ECLESIÁSTICO (SIRÁCIDA)
Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, por las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría. Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios, sino que puedan también estos amigos del saber ser útiles a los de fuera, tanto de palabra como por escrito, mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Profetas y los otros libros de los antepasados, y haber adquirido un gran dominio en ellos, se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, con ánimo de que los amigos del saber, lo aceptaran y progresaran más todavía en la vida según la Ley. Estáis, pues, invitados a leerlo con benevolencia y atención, así como a mostrar indulgencia allí donde se crea que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos podido acertar en alguna expresión. Pues no tienen la misma fuerza las cosas expresadas originalmente en hebreo que cuando se traducen a otra lengua. Cosa que no sucede sólo en esto, sino que también la misma Ley, los Profetas, y los otros libros presentan no pequeña diferencia respecto de lo que dice el original. Fue, pues, en el año treinta y ocho del rey Evergetes cuando, después de venir a Egipto y residir allí, encontré una obra de no pequeña enseñanza, y juzgué muy necesario aportar yo también algún interés y esfuerzo para traducir este libro. Mucha vigilia y ciencia he puesto en juego durante este período, hasta llegar a buen término y publicar el libro para uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, y conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley. Toda sabiduría viene del Señor, y con Él está por siempre. La arena de los mares, las gotas de la lluvia, los días de la eternidad, ¿Quién los puede contar? La altura del cielo, la anchura de la tierra, la profundidad del abismo, ¿Quién los alcanzará? Antes de todo estaba creada la Sabiduría, la inteligente prudencia desde la eternidad. La raíz de la sabiduría ¿A quién fue revelada?, sus recursos, ¿Quién los conoció? Sólo uno hay sabio, en extremo temible, el que en su trono está sentado. El Señor mismo la creó, la vio y la contó y la derramó sobre todas sus obras, en toda carne conforme a su largueza, y se la dispensó a los que le aman. Gloria es y orgullo el temor del Señor, contento y corona de júbilo. El temor del Señor recrea el corazón, da contento y recocijo y largos días. Para el que teme al Señor, todo irá bien al fin, en el día de su muerte se le bendecirá. Principio de la sabiduría es temer al Señor, fue creada en el seno materno juntamente con los fieles. Entre los hombres puso su nido, fundación eterna, y con su linaje se mantendrá fielmente. Plenitud de la sabiduría es temer al Señor, ella les embriaga de sus frutos. Toda su casa colma de cosas deseables, y de sus productos sus graneros. Corona de la sabiduría el temor del Señor, ella hace florecer paz y buena salud. Él la vio y la contó, ciencia y conocimiento inteligente hizo llover, y la gloria de los que la poseen exaltó. Raíz de la sabiduría es temer al Señor, sus ramas, los largos días. No puede justificarse la pasión del injusto, que el impulso de su pasión le hace caer. Hasta su hora aguanta el que es paciente, mas después se le brinda contento. Hasta su hora oculta sus palabras, y entonces muchos labios proclamarán su inteligencia. En los tesoros de la sabiduría están las máximas de la ciencia, mas abominación para el pecador es la piedad para con Dios. Si apeteces sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te la dispensará. Pues sabiduría y enseñanza es el temor del Señor; su complacencia, la fidelidad y mansedumbre. No seas indócil al temor del Señor ni te acerques a Él con corazón partido. No seas hipócrita delante de los hombres, pon guardia a tus labios. No te exaltes a ti mismo, para no caer y acarrearte deshonra, porque el Señor revelaría tus secretos y en medio de la asamblea te echaría por tierra, por no haberte llegado al temor del Señor, porque tu corazón está lleno de fraude. Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a Él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. Confíate a Él, y Él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y espera en Él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, para no caer. Los que teméis al Señor, confiaos a Él, y no os faltará la recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, contento eterno y misericordia. Mirad a las generaciones de antaño y ved: ¿Quién se confió al Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido? Que el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en la hora de la tribulación. ¡Ay de los corazones flacos y las manos caídas, del pecador que va por senda doble! ¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza! Por eso no será protegido. ¡Ay de vosotros que perdisteis el aguante! ¿Qué vais a hacer cuando el Señor os visite? Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, los que le aman guardan sus caminos. Los que temen al Señor buscan su agrado, los que le aman quedan llenos de su Ley. Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan. Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal su misericordia. A mí que soy vuestro padre escuchadme, hijos, y obrad así para salvaros. Pues el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre: como a su Señor sirve a los que le engendraron. En obra y palabra honra a tu padre, para que te alcance su bendición. Pues la bendición del padre afianza la casa de los hijos, y la maldición de la madre destruye los cimientos. No te gloríes en la deshonra de tu padre, que la deshonra de tu padre no es gloria para ti. Pues la gloria del hombre procede de la honra de su padre, y baldón de los hijos es la madre en desdoro. Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor. Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido, será para ti restauración en lugar de tus pecados. El día de tu tribulación se acordará Él de ti; como hielo en buen tiempo, se disolverán tus pecados. Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre. Haz, hijo, tus obras con dulzura, así serás amado por el acepto a Dios. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor hallarás gracia. Pues grande es el poderío del Señor, y por los humildes es glorificado. No busques lo que te sobrepasa ni lo que excede tus fuerzas trates de escrutar. Lo que se te encomienda, eso medita, que no te es menester lo que está oculto. En lo que excede a tus obras no te fatigues, pues más de lo que alcanza la inteligencia humana se te ha mostrado ya. Que a muchos descaminaron sus prejuicios, una falsa ilusión extravió sus pensamientos. El corazón obstinado en mal acaba, y el que ama el peligro caerá en él. El corazón obstinado se carga de fatigas, el pecador acumula pecado tras pecado. Para la adversidad del orgulloso no hay remedio, pues la planta del mal ha echado en él raíces. El corazón del prudente medita los enigmas, un oído que le escuche es el anhelo del sabio. El agua apaga el fuego llameante, la limosma perdona los pecados. Quien con favor responde prepara el porvenir, el día de su caída encontrará un apoyo. Hijo, no prives al pobre del sustento ni dejes en suspenso los ojos suplicantes. No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia. No te ensañes con el corazón exasperado, no hagas esperar la dádiva al mendigo. No rechaces al suplicante atribulado ni apartes tu rostro del pobre. No apartes del mendigo tus ojos ni des a nadie ocasión de maldecirte. Pues si maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación. Hazte querer de la asamblea, ante un grande baja tu cabeza. Inclina al pobre tus oídos, responde a su saludo de paz con dulzura. Arranca al oprimido de manos del opresor, y a la hora de juzgar no seas pusilánime. Sé para los huérfanos un padre, haz con su madre lo que hizo su marido. Y serás como un hijo del Altísimo; Él te amará más que tu madre. La sabiduría a sus hijos exalta, y cuida de los que la buscan. El que la ama, ama la vida, los que en su busca madrugan serán colmados de contento. El que la posee tendrá gloria en herencia, dondequiera que él entre, le bendecirá el Señor. Los que la sirven, rinden culto al Santo, a los que la aman, los ama el Señor. El que la escucha, juzgará a las naciones, el que la sigue, su tienda montará en seguro. Si se confía a ella, la poseerá en herencia, y su posteridad seguirá poseyéndola. Pues, al principio, le llevará por recovecos, miedo y pavor hará caer sobre él, con su disciplina le atormentará hasta que tenga confianza en su alma y le pondrá a prueba con sus preceptos, mas luego le volverá al camino recto, le regocijará y le revelará sus secretos. Que si él se descarría, le abandonará, y le dejará a merced de su propia caída. Ten en cuenta el momento y guárdate del mal, no te avergüences de ti mismo. Porque hay una vergüenza que conduce al pecado, y otra vergüenza hay que es gloria y gracia. No tengas miramientos en contra de ti mismo, y no mudes de color por tu caída. No contengas la palabra cuando pueda salvar, y no escondas tu sabiduría. Que la sabiduría se da a conocer en la palabra, y la educación en los discursos de la lengua. A la verdad no contradigas, mas ruborízate de no estar educado. No te avergüences de confesar tus pecados, no te opongas a la corriente del río. No te aplanes ante el hombre insensato ni tengas miramiento al poderoso. Hasta la muerte por la verdad combate, y el Señor Dios peleará por ti. No seas atrevido con tu lengua ni perezoso y negligente en tus obras. No seas un león en tu casa y un corbade entre tus servidores. No sea tu mano abierta para recibir, y cerrada para dar. En tus riquezas no te apoyes ni digas: «Tengo bastante con ellas.» No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir la pasión de tu corazón. No digas: «¿Quién me domina a mí?», porque el Señor cierto que te castigará. No digas: «Pequé, y ¿Qué me ha pasado?», porque el Señor es paciente. Del perdón no te sientas tan seguro que acumules pecado tras pecado. No digas: «Su compasión es grande, él me perdonará la multitud de mis pecados.» Porque en él hay misericordia, pero también hay cólera, y en los pecadores se desahoga su furor. No te tardes en volver al Señor, no lo difieras de un día para otro, pues de pronto salta la ira del Señor, y perecerás al tiempo del castigo. No te apoyes en riquezas injustas, que de nada te servirán el día de la adversidad. No avientes a cualquier viento ni vayas por cualquier senda, así hace el pecador de lengua doble. Manténte firme en tu pensamiento, y sea una tu palabra. Sé pronto en escuchar, y tardo en responder. Si sabes alguna cosa, a tu prójimo responde, si no, pon tu mano en la boca. Gloria y deshonra caben en el hablar, y en la lengua del hombre está su ruina. Que no se te llame maldiciente, no pongas lazos con tu lengua, que sobre el ladrón cae la vergüenza, y dura condenación sobre la lengua doble. Ni en lo grande ni en lo pequeño yerres ni de amigo te vuelvas enemigo. En tus riquezas no te apoyes ni digas: «Tengo bastante con ellas.» No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir la pasión de tu corazón. No digas: «¿Quién me domina a mí?», porque el Señor cierto que te castigará. No digas: «Pequé, y ¿Qué me ha pasado?», porque el Señor es paciente. Del perdón no te sientas tan seguro que acumules pecado tras pecado. No digas: «Su compasión es grande, él me perdonará la multitud de mis pecados.» Porque en él hay misericordia, pero también hay cólera, y en los pecadores se desahoga su furor. No te tardes en volver al Señor, no lo difieras de un día para otro, pues de pronto salta la ira del Señor, y perecerás al tiempo del castigo. No te apoyes en riquezas injustas, que de nada te servirán el día de la adversidad. No avientes a cualquier viento ni vayas por cualquier senda, así hace el pecador de lengua doble. Manténte firme en tu pensamiento, y sea una tu palabra. Sé pronto en escuchar, y tardo en responder. Si sabes alguna cosa, a tu prójimo responde, si no, pon tu mano en la boca. Gloria y deshonra caben en el hablar, y en la lengua del hombre está su ruina. Que no se te llame maldiciente, no pongas lazos con tu lengua, que sobre el ladrón cae la vergüenza, y dura condenación sobre la lengua doble. Ni en lo grande ni en lo pequeño yerres, ni de amigo te vuelvas enemigo. No hagas mal, y el mal no te dominará, sepárate del injusto, y él se alejará de ti. No siembres, hijo, en surcos de injusticia, no sea que coseches siete veces más. No pidas al Señor la preeminencia ni al rey silla de gloria. No te hagas el justo delante del Señor, ante el rey no te las des de sabio. No te empeñes en llegar a ser juez, no sea que no puedas extirpar la injusticia, o te dejes influir del poderoso, y pongas un tropiezo en tu entereza. No peques contra la asamblea de la ciudad ni te rebajes a ti mismo ante el pueblo. En el pecado no te enredes dos veces, pues ni una sola quedarás impune. No digas: «Pondrá él sus ojos en la abundancia de mis dones, cuando se los presente al Dios Altísimo, los aceptará.» No seas en tu plegaria pusilánime, y hacer limosna no descuides. No te burles del hombre que vive en aflicción, porque el que humilla, también exalta. No trames mentira contra tu hermano ni hagas otro tanto con tu amigo. Propónte no decir mentira alguna, que persistir en ello no lleva a nada bueno. No seas hablador en la reunión de los ancianos, en tu plegaria no repitas palabras. No rehúyas el trabajo penoso ni la labor del campo que creó el Altísimo. No te incluyas en el grupo de los pecadores, recuerda que la Cólera no se hará esperar. Humilla hondamente tu alma, que el castigo del impío es fuego y gusanos. No cambies un amigo por dinero ni un hermano de veras por el oro de Ofir. No faltes a la mujer sabia y buena, que su gracia vale más que el oro. No maltrates al criado que trabaja fielmente ni al jornalero que pone su empeño. Al criado prudente ame tu alma, y no le prives de la libertad. ¿Tienes rebaños? Pásales revista; y si te dan ganancia, consérvalos. ¿Tienes hijos? Adoctrínalos, doblega su cerviz desde su juventud. ¿Tienes hijas? Cuídate de ellas, y no pongas ante ellas cara muy risueña. Casa a tu hija y habrás hecho una gran cosa, pero dásela a un hombre prudente. ¿Tienes una mujer que te gusta? No la despidas, pero si la aborreces, no te confíes a ella. Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿Cómo les pagarás lo que contigo han hecho? Con toda tu alma reverencia al Señor, y venera a sus sacerdotes. Con todas tus fuerzas ama al que te hizo, y a sus ministros no abandones. Teme al Señor y honra el sacerdote, dale su porción como te está prescrito: primicias, sacrificios de reparación, pierna de las ofrendas, oblación de santidad y primicias de las cosas sagradas. También al pobre tiéndele tu mano, para que tu bendición sea perfecta. La gracia de tu dádiva llegue a todo viviente ni siquiera a los muertos les rehúses tu gracia. No te rezagues ante los que lloran, y con los afligidos muéstrate afligido. No descuides visitar al enfermo, que por obras de éstas ganarás amor. En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado. No disputes con hombre poderoso, no sea que caigas en sus manos. No discutas con hombre rico, no sea que te venza con su peso. Porque a muchos perdió el oro, hasta los corazones de los reyes descarrió. No disputes con hombre charlatán, no eches más leña a su fuego. No bromees con el ineducado, para que tus mayores no queden en deshonra. No reproches al hombre que se vuelve del pecado, recuerda que culpables somos todos. No deshonres al hombre en su vejez, que entre nosotros también se llega a viejos. No te alegres de la muerte de nadie, recuerda que todos moriremos. No dedeñes lo que narran los sabios, vuelve a menudo a sus proverbios, que de ellos aprenderás doctrina y el modo de servir a los grandes. No desprecies lo que cuentan los viejos, que ellos también han aprendido de sus padres; pues de ellos aprenderás prudencia y a dar respuesta en el momento justo. No enciendas los carbones del pecador, no sea que te abrases en el fuego de su llama. No te encares con el insolente, para que no sea como trampa tendida a tu boca. No prestes al que puede más que tú; si prestas, dalo por perdido. No salgas fiador por encima de tus medios; si lo haces, date por deudor. No entres en pleito con un juez, que por su dignidad fallarán en su favor. Con el osado no te pongas en camino, para que no te agote, pues él procederá a su antojo, y por su locura te perderás con él. Con el colérico no entres en pelea ni te adentres con él en el desierto, porque a sus ojos nada es la sangre, y donde no haya quien te auxilie se echará sobre ti. No le pidas consejo al insensato, pues no podrá mantenerlo en silencio. Delante de un extraño no hagas cosa secreta, pues no sabes qué inventará después. No abras tu corazón a todo el mundo, pues no te han de compensar con gracia alguna. No tengas celos de tu propia mujer, para no enseñarle a hacerte mal. No te entregues del todo a tu mujer, no sea que te llegue a dominar. No vayas al encuentro de una mujer prostituta, no sea que caigas en sus redes. Con cantadora no frecuentes el trato, para no quedar prendido en sus enredos. No te quedes mirando a doncella, para que no incurras en su propio castigo. A prostitutas no te entregues, para no perder tu herencia. No andes fisgando por las calles de la ciudad ni divagues por sus sitios solitarios. Aparta tu ojo de mujer hermosa, no te quedes mirando la belleza ajena. Por la belleza de la mujer se perdieron muchos, junto a ella el amor se inflama como fuego. Junto a mujer casada no te sientes jamás, a la mesa con ella no te huelgues con vino, para que tu corazón no se desvíe hacia ella y en tu ímpetu te deslices a la ruina. No abandones a un viejo amigo, porque el nuevo no le iguala. Vino nuevo, amigo nuevo, cuando sea añejo, con placer lo beberás. No envidies la gloria del pecador, pues no sabes cómo se le volverá la fortuna. No asientas al éxito de los impíos, recuerda que no quedarán hasta el seol impunes. Ponte lejos del hombre que es capaz de matar, y no experimentarás miedo a la muerte. Si te acercas a él, no te descuides, para que no te quite la vida. Date cuenta de que pasas entre lazos y que caminas sobre el muro de la ciudad. Cuando puedas acude a tu prójimo, y con los sabios aconséjate. Con los inteligentes ten conversación, y tus charlas versen sobre la Ley del Altísimo. Varones justos sean tus comensales, y en el temor del Señor esté tu orgullo. Por la mano del artista la obra es alabada, y el jefe del pueblo aparece sabio en su palabra. Temible en su ciudad el hombre charlatán, el desmedido por su lenguaje se hace odioso. El juez sabio adoctrina a su pueblo, la autoridad del sensato está bien regulada. Según el juez del pueblo, así serán sus ministros, como el jefe de la ciudad, todos sus habitantes. El rey sin instrucción arruinará a su pueblo, la ciudad se edifica sobre la prudencia de los dirigentes. En manos del Señor está el gobierno de la tierra, a su tiempo suscita para ella al que conviene. En manos del Señor el recto camino del hombre, Él pone su gloria en el escriba. Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia. Odioso es al Señor y a los hombres el orgullo, para ambos es un yerro la injusticia. La soberanía pasa de una nación a otra, por las injusticias, las violencias y el dinero. ¿Por qué se enorgullece el que es tierra y ceniza? ¡Si ya en vida es su vientre podredumbre! La larga enfermedad deja perplejo al médico, y el que hoy es rey fenecerá mañana. Y cuando un hombre muere, recibe como herencia reptiles, fieras y gusanos. El comienzo del orgullo del hombre es alejarse del Señor, cuando de su Hacedor se apartó su corazón. Que el comienzo del orgullo es el pecado, el que se agarra a él vierte abominación. Por eso les dio el Señor asombrosos castigos, y les abatió hasta aniquilarlos. Los tronos de los príncipes los volteó el Señor, y en su lugar sentó a los mansos. Las raíces de los orgullosos las arrancó el Señor, y en su lugar plantó a los humildes. Las comarcas de las naciones las arrasó el Señor, y las destruyó hasta los cimientos de la tierra. Tomó algunos de ellos y los destruyó, y borró de la tierra su recuerdo. No se ha hecho para los hombres el orgullo ni el furor de la ira para los nacidos de mujer. ¿Qué raza es honorable? La del hombre. ¿Qué raza es honorable? Los que temen al Señor. ¿Qué raza es despreciable? La del hombre. ¿Qué raza es despreciable? Los que violan sus mandatos. En medio de sus hermanos es honorable el jefe, y los que temen al Señor, a los ojos de él. Sean ricos, llenos de gloria o pobres, su orgullo es el temor del Señor. No es justo despreciar al pobre inteligente ni procede glorificar al pecador. Grande, juez y poderoso reciben honores, mas no hay mayor entre ellos que el que teme al Señor. Al siervo sabio los hombres libres sirven, y el hombre de saber no lo critica. No te hagas el sabio cuando cumples tu obra, no te gloríes en el momento de tu aprieto. Más vale el que trabaja y le sobra de todo que el que anda gloriándose y carece de pan. Hijo, gloríate con moderación, y estímate en lo que vales. Al que peca contra sí mismo, ¿Quién le justificará? ¿Quién apreciará al que desprecia su vida? El pobre es honrado por su saber, y el rico lo es por su riqueza. Quien es estimado en la pobreza, ¡Cuánto más en la riqueza! Quien es despreciado en la riqueza, ¡Cuánto más en la pobreza! La sabiduría del humilde le hace erguir la cabeza, y le da asiento entre los grandes. No alabes nunca a un hombre por su buen parecer ni abomines de nadie por su aspecto. Pequeña entre los que vuelan es la abeja, mas lo que ella elabora es lo más dulce. No te gloríes del manto que te envuelve, el día de la gloria no te engrías; pues admirables son las obras del Señor, pero están ocultas a los hombres. Muchos tiranos se sentaron en el suelo, y un desconocido se puso la diadema. Muchos poderosos fueron muy deshonrados, y hombres ilustres entregados a otras manos. Sin haberte informado no reprendas, reflexiona primero y haz luego tu reproche. Sin haber escuchado no respondas ni interrumpas en medio del discurso. Por lo que no te incumbe no discutas, y en las contiendas de los pecadores no te mezcles. Hijo, no te metas en múltiples asuntos, si los multiplicas no saldrás bien parado; aunque los persigas no los alcanzarás ni podrás escapar aunque quieras huir. Hay quien se agota, se fatiga y se apresura, y cuanto más, más tarde llega. Hay quien es débil, necesitado de apoyo, falto de bienes y sobrado de pobreza, mas los ojos del Señor le miran para bien, él le recobra de su humillación. Levanta su cabeza, y por él se admiran muchos. Bienes y males, vida y muerte, pobreza y riqueza vienen del Señor. El don del Señor con los piadosos permanece, y su complacencia les lleva por buen camino para siempre. Hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la parte de su recompensa: cuando dice: «Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis bienes», no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros. Manténte en tu quehacer y conságrate a él, en tu tarea envejece. No te admires de las obras del pecador, confía en el Señor y en tu esfuerzo persevera. Que es cosa fácil a los ojos del Señor enriquecer de golpe al indigente. La bendición del Señor es la recompensa del piadoso, y en un instante hace florecer su bendición. No digas: «¿De qué he menester? o ¿Qué bienes me vendrán todavía?» No digas: «Tengo bastante con ellos, ¿Qué mal puede alcanzarme ahora?» Día de bienes, olvido de males, día de males, olvido de bienes. Que es fácil al Señor, el día de la muerte, pagar a cada uno según su proceder. El mal de una hora el placer hace olvidar, al final del hombre se descubren sus obras. Antes del fin no llames feliz a nadie, que sólo a su término es conocido el hombre. No metas a cualquiera en tu casa, que son muchos los lazos del taimado. Perdiz cautiva en su jaula, tal es el corazón del orgulloso, como el espía acecha tu caída. Cambiando el bien por el mal, está al acecho, y a las cosas más limpias pone mancha. Con una chispa se enciende un brasero, así el pecador tiende lazos en busca de sangre. Guárdate del malvado, porque maquina el mal, no sea que te manche para siempre. Mete en casa al extraño, y te traerá el desorden, te hará extraño a tu propia familia. Si haces el bien, mira a quién lo haces, y por tus beneficios recibirás favor. Haz bien al piadoso; hallarás recompensa, si no de él, al menos del Altísimo. No habrá bienes para el que en mal persiste ni para quien no agradece la limosna. Da al hombre piadoso, y del pecador no te cuides. Haz bien al humilde y no des al impío; niégale su pan, no se lo des, para que no llegue con ello a dominarte. Pues un mal duplicado encontrarías por todos los bienes que le hubieres hecho. Que también el Altísimo odia a los pecadores, y de los impíos tomará venganza. Da al hombre de bien, y del pecador no te cuides. No se demuestra en la prosperidad el amigo ni queda oculto en la adversidad el enemigo. Cuando hay prosperidad, los enemigos se entristecen, mas en la adversidad, hasta el amigo se aleja. No confíes jamás en tu enemigo, que cual bronce roñoso, así es su maldad. Aunque se haga el humilde y camine encorvado, mira por ti mismo y guárdate de él. Pórtate con él como el que pule un espejo, sábete que no retendrá hasta el fin su roña. No le pongas junto a ti, no sea que se te revuelva y suplante tu puesto. No le sientes a tu diestra, no sea que tu asiento pretenda, y que al fin comprendas mis palabras, y te pese al recordar mis consejos. ¿Quién se compadecerá del encantador mordido de serpiente y de todos los que se acercan a las fieras? Lo mismo le ocurre al que convive con el pecador y comparte sus pecados. Una hora aguantará contigo, mas si te desmandas, no lo soportará. En sus labios pone dulzura el enemigo, mas en su corazón trama arrojarte a la fosa. En sus ojos lagrimea el enemigo, mas si topa ocasión, no se verá harto de tu sangre. Si los males te visitan, primero que tú le encontrarás allí, fingiendo ayurdarte te agarrará el talón. Meneará su cabeza, batirá palmas, cuchicheará mucho y mudará de cara. El que toca la pez, se mancha, el que convive con el orgulloso, se hará como él. No tomes sobre ti carga pesada, con el más fuerte y rico que tú no convivas. ¿Por qué juntar cántaro con caldero? Este le chocará y aquél se romperá. El rico agravia y encima se envalentona, el pobre es agraviado y encima ha de excusarse. Si le eres útil, se servirá de ti, si eres torpe, te abandonará. Si tienes algo, vivirá contigo, y te despojará sin fatigarse él. ¿Ha menester de ti? Tratará de engañarte, te sonreirá y te dará esperanzas; buenas palabras te dará y dirá: «¿Qué te hace falta?» Te avergonzará en sus festines, hasta despojarte dos, tres veces, y para terminar se burlará de ti. Después, si te ve, te dejará a un lado, y meneará la cabeza ante ti. Guárdate de dejarte engañar, y de ser humillado por estúpido. Cuando te llame un poderoso, quédate a distancia, que tanto más te llamará. No te presentes por ti mismo, no sea que te rechace ni te quedes muy lejos, para no pasar inadvertido. No pretendas hablar con él de igual a igual ni te fíes de sus muchas palabras. Que con su mucho hablar te pondrá a prueba, como quien pasa el rato, te examinará. Despiadado es quien no guarda tus palabras, no te ahorrará ni golpes ni cadenas. Observa y ponte bien en guardia, porque caminas junto a tu propia ruina. Todo viviente ama a su semejante, y todo hombre a su prójimo. Todo animal según su especie se une, a su semejante se adhiere el hombre. ¿Cómo podrá convivir lobo con cordero? Así el pecador con el piadoso. ¿Qué paz puede tener la hiena con el perro? ¿Qué paz el rico con el indigente? Caza de leones son los onagros en el desierto, así los pobres son presa de los ricos. Abonimación para el orgulloso es la humildad, así para el rico es abominación el pobre. El rico que vacila es sostenido por sus amigos, al humilde que cae sus amigos le rechazan. Cuando el rico resbala, muchos le toman en sus brazos, dice estupideces, y le justifican; resbala el humilde, y se le hacen reproches, dice cosas sensatas, y no se le hace caso. Habla el rico, y todos se callan, y exaltan su palabra hasta las nubes. Habla el pobre y dicen: «¿Quién es éste?» y si se equivoca, se le echa por tierra. Buena es la riqueza en la que no hay pecado, mala la pobreza al decir del impío. El corazón del hombre modela su rostro tanto hacia el bien como hacia el mal. Signo de un corazón dichoso es un rostro alegre, la invención de proverbios es penoso ejercicio. Feliz el hombre que no se ha deslizado con su boca ni sufre tormento por la tristeza del pecado. Feliz aquel a quien su conciencia no reprocha, y que no queda corrido en su esperanza. Para el hombre mezquino no es buena la riqueza, para el envidioso, ¿De qué sirve el dinero? Quien amontona a expensas de sí mismo, para otros amontona, con sus bienes se regalarán otros. El que es malo para sí, ¿Para quién será bueno? No logrará contento en medio de sus tesoros. Nadie peor que el que se tortura a sí mismo, esa es la paga de su maldad. Aun si llega a hacer el bien, lo hace por descuido, al final dejará ver su maldad. Malo es el de ojo envidioso, que vuelve su rostro y desprecia a los demás. El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el alma. El ojo malo se alampa por el pan, hambriento está en su propia mesa. Hijo, trátate bien, conforme a lo que tengas, y presenta dignamente tus ofrendas al Señor. Recuerda que la muerte no se tardará, y que el pacto del seol no se te ha revelado. Antes de morir, haz el bien a tu amigo, según tus medios dale con largueza. No te prives de pasarte un buen día, no se te escape la posesión de un deseo legítimo. ¿No dejarás a otro el fruto de tus trabajos y el de tus fatigas, para que a suertes se reparta? Da y recibe, y recrea tu alma, que en el seol no se puede esperar buena vida. Toda carne como un vestido envejece, pues ley eterna es: hay que morir. Lo mismo que las hojas sobre árbol tupido, que unas caen y otras brotan, así la generación de carne y sangre: una muere y otra nace. Toda obra corruptible desaparece, y su autor se irá con ella. Feliz el hombre que se ejercita en la sabiduría, y que en su inteligencia reflexiona, que medita sus caminos en su corazón, y sus secretos considera. Sale en su busca como el que sigue el rastro, y en sus caminos se pone al acecho. Se asoma a sus ventanas, y a sus puertas escucha. Acampa muy cerca de su casa, y clava la clavija en sus muros. Monta su tienda junto a ella, y se alberga en su albergue dichoso. Pone sus hijos a su abrigo, y bajo sus ramas se cobija. Por ella es protegido del calor, y en su gloria se alberga. Así hace el que teme al Señor, el que abraza la Ley logra sabiduría. Como una madre le sale ella al encuentro, le acoge como una esposa virgen. Le alimenta con pan de inteligencia, el agua de la sabiduría le da a beber. Se apoya él en ella y no se dobla, a ella se adhiere y no queda confundido. Ella le exalta por encima de sus prójimos, en medio de la asamblea le abre la boca. Contento y corona de gloria encuentra él, nombre eterno en herencia recibe. Jamás la lograrán los insensatos, los pecadores nunca la verán. Lejos está del orgullo, los mentirosos no se acuerdan de ella. No cabe la alabanza en boca del pecador, porque no le viene del Señor. Que en la sabiduría se expresa la alabanza, y el Señor la guía por buen camino. No digas: «Por el Señor me he apartado», que lo que él destesta, no lo hace. No digas: «Él me ha extraviado», pues él no ha menester del pecador. Toda abominación odia el Señor, tampoco la aman los que le temen a Él. Él fue quien al principio hizo al hombre, y le dejó en manos de su propio albedrío. Si tú quieres, guardarás los mandamientos, para permanecer fiel a su beneplácito. Él te ha puesto delante fuego y agua, a donde quieras puedes llevar tu mano. Ante los hombres la vida está y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará. Que grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder, todo lo ve. Sus ojos están sobre los que le temen, Él conoce todas las obras del hombre. A nadie ha mandado ser impío, a nadie ha dado licencia de pecar. No desees multitud de hijos malvados, no te goces en tener hijos impíos. Aunque sean muchos, no te goces en ellos, si con ellos no se halla el temor del Señor. No pongas en su vida tu confianza ni te creas seguro por ser muchos, que más vale uno que mil, y morir sin hijos que tener hijos impíos. Pues uno solo inteligente poblará una ciudad mas la raza de los sin ley quedará despoblada. Muchas cosas así han visto mis ojos, y más graves aún oyeron mis oídos. En la reunión de los pecadores prende el fuego, contra la nación rebelde se inflama la Cólera. No perdonó él a los antiguos gigantes que se rebelaron fiados de su fuerza. No pasó por alto al vecindario de Lot, a los que abominaba por su orgullo. No se apiadó de la nación perdida, de los que estaban engreídos en sus pecados. Igual trató a los seiscientos mil de a pie que se habían unido en la dureza de su corazón. Aunque fuera uno solo el de dura cerviz, sería asombroso que quedara impune. Pues misericordia e ira están con Él, tan poderoso en perdón como pródigo en ira. Tan grande como su misericordia es su severidad, según sus obras juzga al hombre. No escapará el pecador con su rapiña ni quedará fallida la paciencia del piadoso. Para toda limosna tiene Él un sitio, cada cual hallará según sus obras. No digas: «Del Señor me esconderé, y ¿Quién allá arriba se acordará de mí? Entre la gran muchedumbre no seré reconocido, pues ¿Qué soy yo en la inmensa creación?» Mira, el cielo, y el cielo de los cielos, el abismo y la tierra serán sacudidos a la hora de su visita. A una los montes y los cimientos de la tierra bajo su mirada temblarán de espanto. Mas en todo esto no piensa el corazón del hombre, y en sus caminos, ¿Quién repara? Hay tempestad que no ve el hombre, y la mayoría de sus obras se hacen en secreto. «Las obras de la justicia, ¿Quién las anuncia? ¿Quién las aguarda? ¡Pues la alianza está lejos!» Esto piensa el ruin de corazón; el estúpido, el perdido, sólo piensa necedades. Escúchame, hijo, y el saber aprende, aplica tu corazón a mis palabras. Con mesura te revelaré la doctrina, con precisión anunciaré el saber. Cuando creó el Señor sus obras desde el principio, desde que las hizo les asignó su puesto. Ordenó para la eternidad sus obras, desde sus comienzos por todas sus edades. Ni tienen hambre ni se cansan, y eso que no abandonan su tarea. Ninguna choca con otra, jamás desobedecen su palabra. Después de esto el Señor miró a la tierra, y de sus bienes la colmó. De todo ser viviente cubrió su faz, y a ella vuelven todos. De la tierra creó el Señor al hombre, y de nuevo le hizo volver a ella. Días contados le dio y tiempo fijo, y dioles también poder sobre las cosas de la tierra. De una fuerza como la suya los revistió, a su imagen los hizo. Sobre toda carne impuso su temor para que dominara a fieras y volátiles. Les formó lengua, ojos, oídos, y un corazón para pensar. De saber e inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal. Puso su ojo en sus corazones, para mostrarles la grandeza de sus obras. Por eso su santo nombre alabarán, contando la grandeza de sus obras. Aun les añadió el saber, la ley de vida dioles en herencia. Alianza eterna estableció con ellos, y sus juicios les enseñó. Los ojos de ellos vieron la grandeza de su gloria, la gloria de su voz oyeron sus oídos. Y les dijo: «Guardaos de toda iniquidad», y a cada cual le dio órdenes respecto de su prójimo. Sus caminos están ante él en todo tiempo, no se ocultan a sus ojos. A cada nación asignó un jefe, mas la porción del Señor es Israel. Todas sus obras están ante Él, igual que el Sol, e incesantes sus ojos sobre sus caminos. No se le ocultan sus iniquidades, todos sus pecados están ante el Señor. La limosna del hombre es como un sello para él, el favor del hombre lo guarda como la pupila de sus ojos. Después se levantará y les retribuirá, sobre su cabeza pondrá su recompensa. Pero a los que se arrepienten les concede retorno, y consuela a los que perdieron la esperanza. Conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita los obstáculos. Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia, odia con toda el alma la abominación. ¿Quién en el seol alabará al Altísimo si los vivientes no le dan gloria? No hay alabanza que venga de muerto, como de quien no existe; es el que vive y goza de salud quien alaba al Señor. ¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que a Él se convierten! Pues no todo puede estar en poder de los hombres, que no es inmortal el hijo de hombre. ¿Qué hay más luminoso que el Sol? Con todo, desaparece. Mas la carne y la sangre sólo el mal conciben. Al ejército de lo alto de los cielos pasa él revista, pero polvo y ceniza son los hombres. El que vive eternamente lo creó todo por igual, sólo el Señor será llamado justo. A nadie dio poder de proclamar sus obras, pues ¿Quién podrá rastrear sus maravillas? El poder de su majestad, ¿Quién lo calculará? ¿Quién pretenderá contar sus misericordias? Nada hay que quitar, nada que añadir, y no se pueden rastrear las maravillas del Señor. Cuando el hombre cree acabar, comienza entonces, cuando se para, se queda perplejo. ¿Qué es el hombre? ¿Para qué sirve? ¿Cuál es su bien y cuál su mal? El número de los días del hombre mucho será si llega a los cien años. Como gota de agua del mar, como grano de arena, tan pocos son sus años frente a la eternidad. Por eso el Señor es paciente con ellos, y derrama sobre ellos su misericordia. Él ve y sabe que su fin es miserable, por eso multiplica su perdón. La misericordia del hombre sólo alcanza a su prójimo, la misericorida del Señor abarca a todo el mundo. Él reprende, adoctrina y enseña, y hace volver, como un pastor, a su rebaño. Tiene piedad de los que acogen la instrucción, y de los que se afanan por sus juicios. Hijo, con tus beneficios no mezcles el reproche ni a tus regalos juntes palabras tristes. ¿No aplaca el rocío el viento ardiente? Así vale más la palabra que el regalo. ¿No ves que la palabra es más que un buen presente? Pues el hombre dadivoso une los dos. El necio aun sin dar hace afrenta, quema los ojos el don del envidioso. Antes de hablar infórmate, cuídate antes de estar enfermo. Antes de juzgar examínate a ti mismo, y en el día de la visita encontrarás perdón. Antes de estar enfermo humíllate, cuando peques muestra arrepentimiento. Nada te impida cumplir tu voto en el momento dado, no aguardes hasta la muerte para justificarte. Antes de hacer un voto prepárate; no seas como el hombre que tienta al Señor. Acuérdate de la ira de los últimos días, y del momento del castigo, cuando Dios vuelva su rostro. En tiempo de abundancia recuerda el tiempo de hambre, la pobreza y la penuria en días de riqueza. De la mañana a la tarde corre el tiempo, todo pasa presto delante del Señor. El hombre sabio es precavido en todo, en la ocasión de pecar se anda con cuidado. Todo hombre prudente conoce la sabiduría, al que la encuentra le da su parabién. Los prudentes en palabras hacen sabiduría y prodigan los proverbios acertados. No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena. Si te consientes en todos los deseos, te harás la irrisión de tus enemigos. No te complazcas en la buena vida, no te avengas a asociarte con ella. No te empobrezcas festejando con dinero prestado, cuando nada tienes en tu bolsa. Un obrero bebedor nunca se enriquecerá, el que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá. Vino y mujeres pervierten a los inteligentes, el que va a prostitutas es aún más temerario. De larvas y gusanos será herencia, el temerario perderá su vida. Quien se confía enseguida, ligero es de corazón, el que peca, a sí mismo se hace daño. El que se regodea en el mal será condenado, el que odia la verborrea escapará al mal. No repitas nunca lo que se dice, y en nada sufrirás menoscabo. Ni a amigo ni a enemigo cuentes nada, a menos que sea pecado para ti, no le descubras. Porque te escucharía y se guardaría de ti, y en la ocasión propicia te detestaría. ¿Has oído algo? ¡Quede muerto en ti! ¡Ánimo, no reventarás! Por una palabra oída ya está el necio en dolores, como por el hijo la mujer que da a luz. Una flecha clavada en el muslo, tal es la palabra en las entrañas del necio. Interroga a tu amigo: quizá no haya hecho nada, y si acaso lo ha hecho, para que no reincida. Interroga a tu prójimo: quizá no ha dicho nada, y si acaso lo ha dicho, para que no repita. Interroga a tu amigo: que hay calumnia a menudo, no creas todo lo que se dice. A veces se resbala uno sin querer, y ¿Quién no ha pecado con su lengua? Interroga a tu prójimo antes de amenazarle, y obedece a la ley del Altísimo. Toda sabiduría es temor del Señor, y en toda sabiduría se practica la ley. Mas no es sabiduría el conocimiento del mal, no está en el consejo de los pecadores la prudencia. Hay un saberlo todo que es abominación, es estúpido el que carece de sabiduría. Más vale ser vacío de inteligencia y lleno de temor, que desbordar prudencia y traspasar la ley. Hay un saberlo todo que sirve a la injusticia, que para mantener el derecho usa de argucias. Hay malhechor que anda encorvado por el tedio, mas su interior está lleno de dolo: tapándose la cara, haciéndose el sordo, mientras no es reconocido te tomará la delantera. Si por su escasa fuerza no se atreve a pecar, en cuanto encuentre ocasión, se dará a hacer el mal. Por la mirada se reconoce al hombre, por el aspecto del rostro se reconoce al pensador. El atuendo del hombre, la risa de sus dientes, su caminar revelan lo que es. Hay reprensión intempestiva, y hay silencioso de verdad sensato. ¡Cuánto mejor reprender que estar airado! El que se acusa de su falta evita la pena. Como pasión de eunuco por desflorar a una moza, así el que ejecuta la justicia con violencia. Hay silencioso tenido por sabio, y quien se hace odioso por su verborrea. Hay quien se calla por no tener respuesta, y quien se calla porque sabe su hora. El sabio guarda silencio hasta su hora, mas el fanfarrón e insensato adelanta el momento. El desmedido en palabras se hace abominable, y el que pretende imponerse se hace odioso. Hay quien encuentra fortuna en la desgracia, y hay suerte que acaba en postración. Hay dádiva que no te da provecho, y dádiva que recibe el doble. Hay postración causada por la gloria, y hay quien, desde la humillación, levanta la cabeza. Hay quien compra mucho con poco dinero, pero luego lo paga siete veces más caro. Por sus palabras se hace amable el sabio, mas los favores de los necios se malgastan. El don del insensato no te sirve de nada, porque sus ojos no son uno, son muchos; da poco y echa en cara mucho, y abre su boca como un pregonero; presta hoy y mañana reclama, es un hombre detestable este sujeto. Dice el necio: «No tengo ni un amigo, no hay gratitud para mis beneficios; los que comen mi pan tienen lengua insolente.» ¡Cuántos con frecuencia se ríen de él! Mejor es resbalar en empedrado que resbalar con la lengua, así la caída de los malos llega de repente. Hombre sin gracia es cuento inoportuno por boca de ignorantes repetido. De boca de necio no se acepta el proverbio, pues jamás lo dice a su hora. Hay quien no puede pecar por indigencia: en su reposo no tendrá remordimiento. Hay quien se pierde a sí mismo por vergüenza, por respeto a un insensato se pierde. Hay quien por timidez hace promesas a su amigo, y así, por nada se gana un enemigo. Gran baldón para un hombre la mentira en boca de ignorantes repetida. Es preferible un ladrón que el que persiste en la mentira, aunque ambos heredarán la perdición. El hábito de mentiroso es una deshonra, su vergüenza le acompaña sin cesar. Por sus palabras el sabio se hace grande, y el hombre sensato a los grandes agrada. El que cultiva la tierra llena hasta arriba su granero, el que agrada a los grandes expía la injusticia. Presentes y regalos ciegan los ojos de los sabios, como bozal en boca ahogan los reproches. Sabiduría escondida y tesoro invisible, ¿Qué provecho hay en ambos? Más vale hombre que oculta su necedad, que hombre que oculta su sabiduría. Hijo, ¿Has pecado? No lo vuelvas a hacer, y pide perdón por tus pecados anteriores. Como de serpiente huye del pecado, porque, si te acercas, te morderá. Dientes de león son sus dientes, que quitan la vida a los hombres. Como espada de dos filos es toda iniquidad, para su herida no hay remedio. El terror y la violencia arrasan la riqueza, así quedará arrasada la casa del orgulloso. La oración del pobre va de su boca a los oídos de Dios, y el juicio divino no se deja esperar. El que odia la reprensión sigue las huellas del pecador, el que teme al Señor se convierte en su corazón. De lejos se conoce al charlatán, y el hombre reflexivo le adivina los deslices. Quien edifica su casa con dinero ajeno es como el que amontona piedras para su tumba. Estopa hacinada es la reunión de los sin ley, su meta es la llama de fuego. El camino de los pecadores está bien enlosado, pero a su término está la fosa del seol. El que guarda la Ley controla sus ideas, la meta del temor del Señor es la sabiduría. No alcanzará doctrina quien no es habilidoso, pero no hay habilidades que llenan de amargura. La ciencia del sabio crecerá como una inundación, y su consejo será fuente de vida. El interior del necio es como un vaso roto, que no retiene ningún conocimiento. Si un hombre de saber oye palabra sabia, la elogia y otra suya añade. Si la oye el libertino, le desagrada y la echa detrás de sus espaldas. El relato del necio es como fardo en el camino, mas en los labios del inteligente se halla gracia. La boca del sensato es buscada en la asamblea, sus palabras se meditan de corazón. Como casa en ruinas, así la sabiduría del necio, el conocimiento del tonto, palabras incoherentes. Cadenas en los pies, es la educación para el mentecato, como esposas en su mano derecha. El necio, cuando ríe, lo hace a carcajadas, mas el hombre sensato apenas si sonríe. Adorno de oro es la educación para el sensato, como un brazalete en su brazo derecho. El pie del necio entra rápido en la casa, el hombre experimentado se presenta con modestia. Desde la puerta el insensato fisga el interior, el hombre bien educado queda afuera. Es falta de educación escuchar a la puerta, tal descortesía indigna al sensato. Los labios de los habladores repiten las palabras ajenas, mas las palabras de los prudentes se pesan en balanza. En la boca de los necios está su corazón, pero el corazón de los sabios es su boca. Cuando el impío maldice a Satanás, a sí mismo se maldice. El murmurador mancha su propia alma, y es detestado por el vecindario. A una piedra sucia se parece el perezoso, todo el mundo silba sobre su deshonra. Bola de excrementos es el perezoso, que todo el que la toca se sacude la mano. Es vergüenza de un padre tener un hijo ineducado, pero la hija le nace ya para su confusión. Para la hija prudente la herencia es su marido, la desvergonzada es la tristeza de su progenitor. La hija insolente es la vergüenza del padre y del marido, y por los dos es despreciada. Música en duelo es un relato inoportuno, azotes y corrección son siempre sabiduría. Como pegar cascotes es enseñar al necio, o despertar al que duerme con sueño pesado. Conversar con el necio es conversar con un dormido; al acabar dirá: «¿Qué estás diciendo?» Llora al muerto, pues la luz le abandonó, llora también al necio, porque dejó la inteligencia. Llora más suavemente al muerto, porque ya reposa, que la vida del necio es peor que la muerte. El duelo por un muerto dura siete días, por el necio y el impío, todos los días de su vida. Con el insensato no multipliques las palabras, con el tonto no vayas de camino; guárdate de él para evitar el aburrimiento, y para que su contacto no te manche. Apártate de él y encontrarás descanso, y no te enervarán sus arrebatos. ¿Qué hay más pesado que el plomo? ¿Qué nombre dar a esto sino «necio»? Arena, sal, o una bola de hierro son más fáciles de llevar que el hombre tonto. El maderamen bien trabado de una casa ni por un terremoto es dislocado; así un corazón firme por reflexión madura, llegado el momento no se achica. Corazón apoyado en reflexión prudente es como revoque de arena en pared raspada. Estacas plantadas en altura no resisten al viento; así el corazón del necio, falto de reflexión, ante un miedo cualquiera no resiste. Quien hiere el ojo hace correr las lágrimas, quien hiere el corazón descubre el sentimiento. Quien tira una piedra a un pájaro, lo ahuyenta, quien afrenta al amigo, rompe la amistad. Si has sacado la espada contra tu amigo, no desesperes, que aún puede volver; si contra tu amigo has abierto la boca, no te inquietes, que aún cabe reconciliación, salvo caso de ultraje, altanería, revelación de secreto, golpe traidor, que ante esto se marcha todo amigo. Gana la confianza de tu prójimo en la pobreza, para que, en su prosperidad, con él te satisfagas; en tiempo de tribulación permanece con él, para que cuando herede con él lo compartas. Antes del fuego sale vapor del horno y humo, así las injurias preceden a la sangre. No me avergonzaré yo de proteger a un amigo, de su presencia no me esconderé; y si por su causa me ocurre algún mal, todo el que lo oiga se guardará de él. ¿Quién pondrá guardia a mi boca, y a mis labios sello de prudencia, para que no venga a caer por su culpa, y que mi lengua no me pierda? Oh Señor, padre y dueño de mi vida, no me abandones al capricho de mis labios, no permitas que por ellos caiga. ¿Quién aplicará el látigo a mis pensamientos, y a mi corazón la disciplina de la sabiduría, para que no se perdonen mis errores, ni pasen por alto mis pecados? No sea que mis yerros aumenten, y que abunden mis pecados, que caiga yo ante mis adversarios, y de mí se ría mi enemigo. Señor, padre y Dios de mi vida, no me des altanería de ojos, aparta de mí la pasión. Que el apetito sensual y la lujuria no se apoderen de mí, no me entregues al deseo impúdico. La instrucción de mi boca escuchad, hijos, el que la guarda no caerá en el lazo. Por sus labios es atrapado el pecador, el maldiciente, el altanero, caen por ellos. Al juramento no acostumbres tu boca, no te habitúes a nombrar al Santo. Porque, igual que un criado vigilado de continuo no quedará libre de golpes, así el que jura y toma el Nombre a todas horas no se verá limpio de pecado. Hombre muy jurador, lleno está de iniquidad, y no se apartará de su casa el látigo. Si se descuida, su pecado cae sobre él, si pasa por alto el juramento, doble es su pecado; y si jura en falso, no será justificado, que su casa se llenará de adversidades. Hay un lenguaje que equivale a la muerte, ¡Que no se halle en la heredad de Jacob! Pues los piadosos rechazan todo esto, y en los pecados no se revuelcan. A la baja grosería no habitúes tu boca, porque hay en ella palabra de pecado. Acuérdate de tu padre y de tu madre, cuanto te sientes en medio de los grandes, no sea que te olvides ante ellos, como un necio te conduzcas, y llegues a desear no haber nacido y a maldecir el día de tu nacimiento. El hombre habituado a palabras ultrajantes no se corregirá en toda su existencia. Dos clases de gente multiplican los pecados, y la tercera atrae la ira: El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase; para el hombre impúdico todo pan es dulce, no descansará hasta haber muerto. El hombre que su propio lecho viola y que dice para sí: «¿Quién me ve?; la oscuridad me envuelve, las paredes me encubren, nadie me ve, ¿Qué he de temer?; el Altísimo no se acordará de mis pecados», lo que teme son los ojos de los hombres; no sabe que los ojos del Señor son diez mil veces más brillantes que el sol, que observan todos los caminos de los hombres y penetran los rincones más ocultos. Antes de ser creadas, todas las cosas le eran conocidas, y todavía lo son después de acabadas. En las plazas de la ciudad será éste castigado, será apresado donde menos lo esperaba. Así también la mujer que ha sido infiel a su marido y le ha dado de otro un heredero. Primero, ha desobedecido a la ley del Altísimo, segundo, ha faltado a su marido, tercero, ha cometido adulterio y de otro hombre le ha dado hijos. Esta será llevada a la asamblea, y sobre sus hijos se hará investigación. Sus hijos no echarán raíces, sus ramas no darán frutos. Dejará un recuerdo que será maldito, y su oprobio no se borrará. Y reconocerán los que queden que nada vale más que el temor del Señor, nada más dulce que atender a los mandatos del Señor. La sabiduría hace su propio elogio, en medio de su pueblo, se gloría. En la asamblea del Altísimo abre su boca, delante de su poder se gloría. «Yo salí de la boca del Altísimo, y cubrí como niebla la tierra. Yo levanté mi tienda en las alturas, y mi trono era una columna de nube. Sola recorrí la redondez del cielo, y por la hondura de los abismos paseé. Las ondas del mar, la tierra entera, todo pueblo y nación era mi dominio. Entre todas estas cosas buscaba reposo, una heredad en que instalarme. Entonces me dio orden el creador del universo, el que me creó dio reposo a mi tienda, y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob, entra en la heredad de Israel." Antes de los siglos, desde el principio, me creó, y por los siglos subsistiré. En la Tienda Santa, en su presencia, he ejercido el ministerio, así en Sión me he afirmado, en la ciudad amada me ha hecho él reposar , y en Jerusalén se halla mi poder. He arraigado en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Como cedro me he elevado en el Líbano, como ciprés en el monte del Hermón. Como palmera me he elevado en Engadí, como plantel de rosas en Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano me he elevado. Cual cinamomo y aspálato aromático he dado fragancia, cual mirra exquisita he dado buen olor, como gálbano y ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda. Cual terebinto he alargado mis ramas, y mis ramas son ramas de gloria y de gracia. Como la vid he hecho germinar la gracia, y mis flores son frutos de gloria y riqueza. Venid a mí los que me deseáis, y hartaos de mis productos. Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad más dulce que panal de miel. Los que me comen quedan aún con hambre de mí, los que me beben sienten todavía sed. Quien me obedece a mí, no queda avergonzado, los que en mí se ejercitan, no llegan a pecar.» Todo esto es el libro de la alianza del Dios Altísimo, la Ley que nos prescribió Moisés como herencia para las asambleas de Jacob; la que inunda de sabiduría como el Pisón, como el Tigris en días de frutos nuevos; la que desborda inteligencia como el Éufrates, como el Jordán en días de cosecha; la que rebosa doctrina como el Nilo, como el Guijón en días de vendimia. El primero no ha acabado aún de conocerla, como tampoco el último la ha descubierto aún. Porque es más vasto que el mar su pensamiento, y su consejo más que el gran abismo. Y yo, como canal derivado de un río, como caz que al paraíso sale, y dije: «Voy a regar mi huerto, a empapar mi tablar.» Y que aquí que mi canal se ha convertido en río, y mi río se ha hecho un mar. Aún haré lucir como la aurora la instrucción, lo más lejos posible la daré a conocer. Aún derramaré la enseñanza como profecía, la dejaré por generaciones de siglos. Ved que no sólo para mí me he fatigado, sino para todos aquellos que la buscan. La sabiduría hace su propio elogio, en medio de su pueblo, se gloría. En la asamblea del Altísimo abre su boca, delante de su poder se gloría. «Yo salí de la boca del Altísimo, y cubrí como niebla la tierra. Yo levanté mi tienda en las alturas, y mi trono era una columna de nube. Sola recorrí la redondez del cielo, y por la hondura de los abismos paseé. Las ondas del mar, la tierra entera, todo pueblo y nación era mi dominio. Entre todas estas cosas buscaba reposo, una heredad en que instalarme. Entonces me dio orden el creador del universo, el que me creó dio reposo a mi tienda, y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob, entra en la heredad de Israel." Antes de los siglos, desde el principio, me creó, y por los siglos subsistiré. En la Tienda Santa, en su presencia, he ejercido el ministerio, así en Sión me he afirmado, en la ciudad amada me ha hecho Él reposar , y en Jerusalén se halla mi poder. He arraigado en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Como cedro me he elevado en el Líbano, como ciprés en el monte del Hermón. Como palmera me he elevado en Engadí, como plantel de rosas en Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano me he elevado. Cual cinamomo y aspálato aromático he dado fragancia, cual mirra exquisita he dado buen olor, como gálbano y ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda. Cual terebinto he alargado mis ramas, y mis ramas son ramas de gloria y de gracia. Como la vid he hecho germinar la gracia, y mis flores son frutos de gloria y riqueza. Venid a mí los que me deseáis, y hartaos de mis productos. Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad más dulce que panal de miel. Los que me comen quedan aún con hambre de mí, los que me beben sienten todavía sed. Quien me obedece a mí, no queda avergonzado, los que en mí se ejercitan, no llegan a pecar.» Todo esto es el libro de la alianza del Dios Altísimo, la Ley que nos prescribió Moisés como herencia para las asambleas de Jacob; la que inunda de sabiduría como el Pisón, como el Tigris en días de frutos nuevos; la que desborda inteligencia como el Éufrates, como el Jordán en días de cosecha; la que rebosa doctrina como el Nilo, como el Guijón en días de vendimia. El primero no ha acabado aún de conocerla, como tampoco el último la ha descubierto aún. Porque es más vasto que el mar su pensamiento, y su consejo más que el gran abismo. Y yo, como canal derivado de un río, como caz que al paraíso sale, y dije: «Voy a regar mi huerto, a empapar mi tablar.» Y que aquí que mi canal se ha convertido en río, y mi río se ha hecho un mar. Aún haré lucir como la aurora la instrucción, lo más lejos posible la daré a conocer. Aún derramaré la enseñanza como profecía, la dejaré por generaciones de siglos. Ved que no sólo para mí me he fatigado, sino para todos aquellos que la buscan. Feliz el marido de mujer buena, el número de sus días se duplicará. Mujer varonil da contento a su marido, que acaba en paz la suma de sus años. Mujer buena es buena herencia, asignada a los que temen al Señor: sea rico o pobre, su corazón es feliz, en todo tiempo alegre su semblante. Tres cosas hay que teme mi corazón, y una cuarta me espanta: desunión de ciudad, motín de plebe, y falsa acusación: todo ello más penoso que la muerte; pero dolor de corazón y duelo es una mujer celosa de otra, látigo de lengua que con todos se enzarza. Yugo mal sujeto es la mujer mala, tratar de dominarla es como agarrar un escorpión. Blanco de gran ira es la mujer bebedora, no podrá ocultar su ignominia. La lujuria de la mujer se ve en la procacidad de sus ojos, en sus párpados se reconoce. Sobre hija desenvuelta refuerza la guardia, no sea que, si ve descuido, se aproveche. Guárdate de ir tras ojos descarados, no te extrañes si te llevan al mal. Cual caminante sediento abre ella la boca, y de toda agua que se topa bebe; ante toda clavija de tienda, impúdica, se sienta, y a toda flecha abre su aljaba. La gracia de la mujer recrea a su marido, y su ciencia reconforta sus huesos. Un don del Señor la mujer silenciosa, no tiene precio la bien educada. Gracia de gracias la mujer pudorosa, no hay medida para pesar a la dueña de sí misma. Sol que sale por las alturas del Señor es la belleza de la mujer buena en una casa en orden. Lámpara que brilla en sagrado candelero es la hermosura de un rostro sobre un cuerpo esbelto. Columnas de oro sobre basas de plata, las bellas piernas sobre talones firmes. Dos cosas entristecen mi corazón y la tercera me produce mal humor: el guerrero que desfallece de indigencia, los inteligentes cuando son menospreciados, y el que de la justicia al pecado reincide: el Señor le destina a la espada. Difícilmente se libra de falta el negociante, el comerciante no quedará limpio de pecado. Por amor a la ganancia han pecado muchos, el que trata de enriquecerse desvía la mirada. Entre dos piedras juntas se planta una estaca, y entre venta y compra se introduce el pecado. Quien no se aferra enseguida al temor del Señor, pronto verá destruida su casa. Cuando la criba se sacude, quedan los desechos; así en su reflexión se ven las vilezas del hombre. El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en su razonamiento. El fruto manifiesta el cultivo del árbol; así la palabra, el del pensamiento del corazón humano. Antes que se pronuncie no elogies a nadie, que esa es la prueba de los hombres. Si persigues la justicia, la alcanzarás, y la revestirás como túnica de gloria. Los pájaros van a posarse donde sus semejantes, la verdad vuelve a quienes la practican. El león acecha a su presa, así el pecado a los que practican la injusticia. La conversación del piadoso es siempre sabiduría, mas el insensato cambia como la luna. En medio de imbéciles aguarda tu momento, entre los que piensan demórate. La conversación de los necios es algo irritante, su risa estalla en la molicie del pecado. El hablar del jurador eriza los cabellos, ante sus disputas se tapan los oídos. Disputa de orgullosos trae efusión de sangre, sus injurias son penosas de oír. Quien revela los secretos, pierde el crédito, no encontrará jamás amigo íntimo. Ama a tu amigo y confíate a él, mas si revelas sus secretos, deja de ir tras él; porque como el que mata elimina a su víctima, así has destruido la amistad de tu compañero. Como a pájaro que soltaste de tu mano, así has perdido a tu compañero y no lo recobrarás. No vayas en su busca, porque se fue lejos, huyó como gacela de la red. Que la herida puede ser vendada, y para la injuria hay reconciliación, pero el que reveló el secreto, perdió toda esperanza. Quien guiña el ojo, anda urdiendo el mal, nadie podrá apartarle de él. Ante tus ojos pone dulce su boca, y por tus palabras muestra admiración; mas después cambia de lenguaje, y con tus palabras anda dando escándalo. Muchas cosas detesto, mas nada como a éste, y también el Señor le detesta. Quien tira una piedra al aire, sobre su propia cabeza la tira, el golpe a traición devuelve heridas. Quien cava una fosa, caerá en ella, quien tiende una red, en ella quedará preso. Quien hace el mal, lo verá caer sobre sí sin saber de dónde le viene. Escarnio y ultraje son cosa de orgulloso, mas la venganza como león le acecha. Caerán en la red los que se alegran de la caída de los piadosos, el dolor los consumirá antes de su muerte. Rencor e ira son también abominables, esa es la propiedad del pecador. El que se venga, sufrirá venganza del Señor, que cuenta exacta llevará de sus pecados. Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados. Hombre que a hombre guarda ira, ¿Cómo del Señor espera curación? De un hombre como él piedad no tiene, ¡Y pide perdón por sus propios pecados! él, que sólo es carne, guarda rencor, ¿Quién obtendrá el perdón de sus pecados? Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar, recuerda la corrupción y la muerte, y sé fiel a los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no tengas rencor a tu prójimo, recuerda la alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa. Absténte de disputas y evitarás el pecado, porque el apasionado atiza las disputas. El pecador enzarza a los amigos, entre los que están en paz siembra discordia. Según sea la leña, así arde el fuego, según su violencia, arde la disputa; según la fuerza del hombre es su furor y conforme a su riqueza sube su ira. Riña súbita prende fuego, disputa precipitada vierte sangre. Si soplas una chispa, prenderá, si la escupes, se apagará, y ambas cosas salen de tu boca. Al soplón de lengua doble, maldícele, que ha perdido a muchos que vivían en paz. A muchos sacudió la lengua triple, los dispersó de nación en nación; arrasó ciudades fuertes y destruyó casas de magnates. La lengua triple repudió a mujeres varoniles, las privó del fruto de sus trabajos. El que la atiende no encontrará reposo ni plantará su tienda en paz. El golpe del látigo produce cardenales, el golpe de la lengua quebranta los huesos. Muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua. Feliz el que de ella se resguarda, el que no pasa a través de su furor, el que su yugo no ha cargado ni ha sido atado con sus coyundas. Porque su yugo es yugo de hierro, y coyundas de bronce sus coyundas. Muerte funesta la muerte que ella da, ¡El seol es preferible a ella! Mas no tiene poder sobre los piadosos, en su llama no se quemarán. Los que abandonan al Señor caerán en ella, en ellos arderá y no se apagará. Como un león se lanzará contra ellos, como una pantera los desgarrará. Mira, cerca tu hacienda con espinos, encierra bien tu plata y tu oro. A tus palabras pon balanza y peso, a tu boca pon puerta y cerrojo. Guárdate bien de resbalar por ella, no sea que caigas ante el que te acecha. Quien hace misericordia, presta al prójimo, quien le apoya con su mano, guarda los mandamientos. Presta a tu prójimo cuando se halle en necesidad, y por tu parte restituye a tiempo al prójimo. Mantén tu palabra y ten confianza en él, y en toda ocasión encontrarás lo que necesitas. Muchos consideran el préstamo como una ganga, y a los que les han socorrido causan sinsabores. Hasta que no recibe, besa las manos de su prójimo, y ante su dinero humilla la voz; pero al tiempo de la restitución da largas, responde con palabras negligentes y echa la culpa a las circustancias. Si puede, el otro recibirá apenas la mitad, y aun lo tendrá como una ganga. Si no, se quedará sin su dinero, y se habrá ganado sin necesidad un enemigo, que le devolverá maldiciones e injurias y le dará, en vez de gloria, vilipendio. Muchos, sin malicia, vuelven las espaldas, pues temen ser despojados sin necesidad. Pero con el humilde muéstrate paciente, y a tu limosna no des largas. En atención al mandamiento, acoge al indigente, según su necesidad no le despidas vacío. Gasta dinero por el hermano y el amigo, que no se te enroñe bajo la piedra y lo pierdas. Coloca tu tesoro según los mandamientos del Altísimo, y te dará provecho más que el oro. Encierra la limosna en tus graneros, ella te preservará de todo mal. Mejor que recio escudo y que pesada lanza frente al enemigo combatirá por ti. El hombre bueno sale fiador de su prójimo, el que ha perdido la vergüenza, lo deja abandonado. No olvides los favores de tu fiador, pues él se ha expuesto por ti. El pecador dilapida los bienes de su fiador, el ingrato abandona en su corazón al que le ha salvado. La fianza perdió a muchos que iban bien, los sacudió como ola del mar. Echó de su patria a hombres poderosos, que anduvieron errando por naciones extrañas. Pecador que se presta a la fianza buscando especular, incurre en juicio. Acoge al prójimo según tus recursos, y cuida de no caer tú mismo. Lo primero para vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse. Más vale vida de pobre bajo techo de tablas que comida suntuosa en casa de extraños. En lo poco y en lo mucho ten buena cara, y no escucharás reproches de tu huésped. Triste vida andar de casa en casa: donde te hospedes no podrás abrir la boca. Hospedarás y darás de beber a desagradecidos, y encima tendrás que oír cosas amargas: «Pasa, huésped, adereza la mesa, si tienes algo a mano, dame de comer.» «Vete, huésped, cede el puesto a uno más digno, viene a hospedarse mi hermano, necesito la casa.» Duro es para un hombre de sentimiento tal desprecio de la casa, tal insulto propio para un deudor. El que ama a su hijo, le azota sin cesar, para poderse alegrar en su futuro. El que enseña a su hijo, sacará provecho de él, entre sus conocidos de él se gloriará. El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y ante sus amigos se sentirá gozoso. Murió su padre, y como si no hubiera muerto, pues dejó tras de sí un hombre igual que él. En su vida le mira con contento, y a su muerte no se siente triste. Contra sus enemigos deja un vengador, y para los amigos quien les pague sus favores. El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas. Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino. Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas juega con él, y te traerá pesares. No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes. No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores. Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él amargura de alma. Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza. Vale más pobre sano y fuerte de constitución que rico lleno de achaques en su cuerpo. Salud y buena constitución valen más que todo el oro, cuerpo vigoroso más que inmensa fortuna. Ni hay riqueza mejor que la salud del cuerpo ni contento mayor que la alegría del corazón. Mejor es la muerte que una vida amarga, el descanso eterno que enfermedad permanente. Manjares derramados sobre boca cerrada, eso son las ofrendas de alimentos puestas sobre una tumba. ¿De qué le sirve el sacrificio a un ídolo? ¡Ni lo comerá ni lo olerá! Así aquel a quien persigue el Señor, que mira con sus ojos y gime. Es como un eunuco que oprime a una virgen y gime. No entregues tu alma a la tristeza ni te atormentes a ti mismo con tus cavilaciones. La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón, prolongación de sus días. Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad. Envidia y malhumor los días acortan, las preocupaciones traen la vejez antes de tiempo. Un corazón radiante viene bien en las comidas, se preocupa de lo que come. El insomnio por la riqueza consume las carnes, las preocupaciones que trae ahuyentan el sueño. Las preocupaciones del día impiden dormir, la enfermedad grave quita el sueño. Se afana el rico por juntar riquezas, y cuando descansa, se hastía de sus placeres. Se afana el pobre por falta de sustento, y cuando descansa, se acaba en la indigencia. El que ama el oro no se verá justificado, el que anda tras el lucro se extraviará en él. Muchos se arruinaron por causa del oro, su perdición la tenían delante. Es leño de tropiezo para los que le ofrecen sacrificios, y todo insensato queda preso en él. Feliz el rico que fue hallado intachable, que tras el oro no se fue. ¿Quién es, y le felicitaremos?, pues obró maravillas en su pueblo. ¿Quién sufrió esta prueba y fue hallado perfecto? Será para él motivo de gloria. ¿Quién pudo prevaricar y no prevaricó, hacer mal y no lo hizo? Sus bienes se consolidarán, y la asamblea hablará de sus bondades. ¿En mesa suntuosa te has sentado?, no abras hacia ella tus fauces, no digas: «¡Qué de cosas hay aquí!» Recuerda que es cosa mala tener un ojo ávido, ¿Qué ha sido creado peor que el ojo? por eso, por cualquier cosa llora. Donde mire tu huésped no extiendas tú la mano, y no te eches sobre el plato al tiempo que él. Juzga al prójimo como a ti mismo, y en todo asunto actúa con reflexión. Come como hombre bien educado lo que tienes delante, no te muestres glotón, para no hacerte odioso. Termina el primero por educación, no seas insaciable, y no tendrás tropiezo. Si en medio de muchos te has sentado a la mesa, no alargues tu mano antes que ellos. ¡Qué poco le basta a un hombre bien educado!, y luego en el lecho no resuella. A vientre moderado, sueño saludable, se levanta temprano y es dueño de sí. Insomnio, vómitos y cólicos le esperan al hombre insaciable. Si te viste obligado a comer demasiado, levántate, vomítalo lejos, y quedarás tranquilo. Óyeme, hijo, y no me desprecies, al fin comprenderás mis palabras. En todo lo que hagas sé moderado, y no te vendrá enfermedad alguna. Al espléndido en las comidas le bendicen los labios, el testimonio de su munificencia es firme. Al mezquino en la comida le murmura la ciudad, el testimonio de su mezquindad es minucioso. Con el vino no te hagas el valiente, porque a muchos ha perdido el vino. El horno prueba el temple del acero, así el vino a los corazones en disputa de orgullosos. Como la vida es el vino para el hombre, si lo bebes con medida. ¿Qué es la vida a quien le falta el vino, que ha sido creado para contento de los hombres? Regocijo del corazón y contento del alma es el vino bebido a tiempo y con medida. Amargura del alma, el vino bebido con exceso por provocación o desafío. La embriaguez acrecienta el furor del insensato hasta su caída, disminuye la fuerza y provoca las heridas. En banquete no reproches a tu prójimo, no le desprecies cuando está contento, palabra injuriosa no le digas ni le molestes reclamándole dinero. ¿Te han nombrado presidente? No te engrías, sé entre los demás como uno de ellos; atiéndeles, y después te sientas. Cuando hayas cumplido todo tu menester, toma asiento, para que con ellos te alegres, y por tu acierto recibas la corona. Habla, anciano, que te está bien, pero con discreción y sin estorbar la música. Durante la audición, no derrames locuacidad, no te hagas el sabio a destiempo. Sello de carbunclo en alhaja de oro, así es un concierto musical de un banquete. Sello de esmeralda en montura de oro, así es una melodía entre vino delicioso. Habla, joven, si te es necesario, dos veces a lo sumo, si se te pregunta. Resume tu discurso, di mucho en poco, sé como quien sabe y al mismo tiempo calla. Entre grandes no te iguales a ellos, si otro habla, no te excedas en hablar. Al trueno se adelanta el relámpago, así al modesto le antecede la gracia. Llegada la hora levántate, no te rezagues, ve corriendo a casa, no te hagas el remolón. Allí, diviértete y haz lo que te plazca, mas no peques con palabras insolentes. Y por todo esto bendice a tu Hacedor, que te colma de sus bienes. El que teme al Señor acepta la instrucción, los que madrugan encuentran su favor. El que busca la ley se llena de ella, al hipócrita le sirve de tropiezo. Los que temen al Señor son justificados, hacen brillar sus buenas acciones como luz. El pecador rehúye la reprensión, según su voluntad encuentra excusa. El varón de consejo no descuida la reflexión, el extraño y el orgulloso no se encogen de miedo. Sin consejo no hagas nada, y no te arrepentirás de tus acciones. Por caminos escabrosos no vayas, y no tropezarás en piedras. No te confíes en camino inexplorado, y de tus hijos guárdate. En todos tus actos vela sobre ti, que esto es también guardar los mandamientos. El que tiene confianza en la ley atiende a los mandamientos, y el que pone su confianza en el Señor no sufre daño. Al que teme al Señor ningún mal le sucede, aunque sufra una prueba, se verá librado. El varón sabio no aborrece la ley, mas el que finge observarla es como nave en borrasca. El hombre inteligente pone su confianza en la ley, la ley es para él digna de fe como un oráculo. Prepara tu discurso, y serás así escuchado, concentra tu saber y responde. Rueda de carro son las entrañas del necio, como eje que da vueltas, su razonamiento. Caballo de remonta, así el amigo burlón, bajo todo el que lo monta relincha. ¿Por qué un día es superior a otro, si toda la luz de cada día del año viene del Sol? En la mente del Señor fueron diferenciados, Él hizo distintas estaciones y fiestas. A unos los ensalzó y santificó, a otros los hizo días ordinarios. Así todos los hombres vienen del suelo, de la tierra fue creado Adán. Con su gran sabiduría los diferenció el Señor, e hizo distintos sus caminos. A unos los bendijo y ensalzó, los santificó y los puso junto a sí; a otros los maldijo y humilló y los derribó de su puesto. Como la arcilla del alfarero está en su mano, y todos sus caminos en su voluntad, así los hombres en la mano de su Hacedor, que a cada uno da según su juicio. Frente al mal está el bien, frente a la muerte, la vida. Así frente al piadoso, el pecador. Fíjate, pues, en todas las obras del Altísimo, dos a dos, una frente a otra. También yo, el último, me he desvelado, como quien racima tras de los viñadores. Por la bendición del Señor me he adelantado, y como viñador he llenado el lagar. Mirad que no para mí solo me he afanado, sino para todos los que buscan la instrucción. Escuchadme, grandes del pueblo, jefes de la asamblea, prestad oído. A hijo y mujer, a hermano y amigo no des poder sobre ti en vida tuya. No des a otros tus riquezas, no sea que, arrepentido, tengas que suplicar por ellas. Mientras vivas y haya aliento en ti, no te enajenes a ti mismo a nadie. Pues es mejor que tus hijos te pidan, que no que tengas que mirar a las manos de tus hijos. En todas tus obras muéstrate con dominio, no pongas mancha en tu gloria. Cuando se acaben los días de tu vida, a la hora de la muerte, reparte tu herencia. Al asno, forraje, palo y carga, al criado, pan, instrucción y trabajo. Haz trabajar al siervo, y encontrarás descanso, deja libres sus manos, y buscará la libertad. Yugo y riendas doblegan la cerviz, al mal criado torturas e inquisiciones. Mándale trabajar para que no esté ocioso, que mucho mal enseñó la ociosidad. Ponle trabajo como le corresponde, si no obedece, carga sus pies de grillos. Pero no te sobrepases con nadie, no hagas nada sin equidad. Si tienes un criado, sea como tú, porque con sangre lo adquiriste. Si tienes un criado, trátale como hermano, porque has menester de él como de ti mismo. Si le maltratas, y levantándose, se escapa, ¿Por qué camino irás a buscarle? Las esperanzas vanas y engañosas son para el imbécil, los sueños dan alas a los insensatos. Tratar de asir una sombra o perseguir el viento es buscar apoyo en los sueños. Espejo y sueño son casas semejantes, frente a un rostro, una imagen de rostro. De los impuros, ¿Qué pureza puede resultar? de la mentira, ¿Qué verdad puede salir? Adivinaciones, augurios y sueños cosas vanas son, como fantasías de corazón de mujer en parto. A menos que te sean enviadas por el Altísimo en visita, no abras tu corazón a estas cosas. Que a muchos extraviaron los sueños, y cayeron los que en ellos esperaban. Sin dolo se ha de cumplir la Ley, y sabiduría en boca fiel es perfección. Hombre que ha corrido mundo sabe muchas cosas, el que tiene experiencia se expresa con inteligencia. Quien no ha pasado pruebas poco sabe, quien ha corrido mundo posee gran destreza. Muchas cosas he visto en el curso de mis viajes, más vasta que mis palabras es mi inteligencia. Bien de veces he estado en peligro de muerte, y me salvé gracias a todo esto. El espíritu de los que temen al Señor vivirá, porque su esperanza está puesta en aquel que los salva. Quien teme al Señor de nada tiene miedo, y no se intimida, porque Él es su esperanza. Feliz el alma del que teme al Señor: ¿En quién se sostiene? ¿Cuál es su apoyo? Los ojos del Señor sobre quienes le aman, poderosa protección, probado apoyo, abrigo contra el viento abrasador, abrigo contra el ardor del mediodía, guardia contra tropiezos, auxilio contra caídas, que levanta el alma, alumbra los ojos, da salud, vida y bendición. Sacrificar cosa injusta es hacer ofrenda rechazada, no logran complacencia los presentes de los sin ley. No se complace el Altísimo en ofrendas de impíos ni por el cúmulo de víctimas perdona los pecados. Inmola a un hijo a los ojos de su padre quien ofrece víctima a costa de los bienes de los humildes. Pan de indigentes es la vida de los pobres, quien se lo quita es un hombre sanguinario. Mata a su prójimo quien le arrebata su sustento, vierte sangre quien quita el jornal al jornalero. Uno edifica, el otro destruye, ¿Qué ganan con ello más que fatigas? Uno bendice, el otro maldice, ¿A quién de los dos escuchará el amo? Quien se purifica del contacto de un muerto y le vuelve a tocar, ¿Qué ha ganado con su baño de purificación? Así el hombre que ayuna por sus pecados y que vuelve otra vez a hacer lo mismo; su oración, ¿Quién la escuchará? ¿De qué le ha servido el humillarse? Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión. Devolver favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento. La ofrenda del justo unge el altar, su buen olor sube ante el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su memorial no se olvidará. Con ojo generoso glorifica al Señor, y no escatimes las primicias de tus manos. En todos tus dones pon tu rostro alegre, con contento consagra los diezmos. Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con ojo generoso, con arreglo a tus medios. Porque el Señor sabe pagar, y te devolverá siete veces más. No trates de corromperle con presentes, porque no los acepta, no te apoyes en sacrificio injusto. Porque el Señor es juez, y no cuenta para él la gloria de nadie. No hace acepción de personas contra el pobre, y la plegaria del agraviado escucha. No desdeña la súplica del huérfano ni a la viuda, cuando derrama su lamento. Las lágrimas de la viuda, ¿No bajan por su mejilla, y su clamor contra el que las provocó? Quien sirve de buena gana, es aceptado, su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde las nubes atraviesa, hasta que no llega a su término no se consuela él. Y no desiste hasta que vuelve los ojos el Altísimo, hace justicia a los justos y ejecuta el juicio. Y el Señor no se tardará ni tendrá con éstos más paciencia, hasta no haber machacado los lomos de los sin entrañas, y haber tomado venganza de las naciones, haber extirpado el tropel de los soberbios, y quebrado el cetro de los injustos, hasta no haber pagado a cada cual según sus actos, las obras de los hombres según sus intenciones, haber hecho justicia a su pueblo, y haberles dado contento con su misericordia. Grata es la misericordia en tiempo de tribulación, como nubes de lluvia en tiempo de sequía. Ten piedad de nosotros, Dios, dueño de todas las cosas, mira y siembra tu temor sobre todas las naciones. Alza tu mano contra las naciones extranjeras, para que reconozcan tu señorío. Como ante ellas te has mostrado santo con nosotros, así ante nosotros muéstrate grande con ellas. Que te reconozcan, como nosotros hemos reconocido que no hay Dios fuera de ti, Señor. Renueva las señales, repite tus maravillas, glorifica tu mano y tu brazo derecho. Despierta tu furor y derrama tu ira, extermina al adversario, aniquila al enemigo. Acelera la hora, recuerda el juramento, y que se publiquen tus grandezas. Que el fuego de la ira devore al que se escape, y los que hacen daño a tu pueblo hallen la perdición. Aplasta la cabeza de los jefes enemigos, que dicen: «Nadie más que nosotros.» Congrega todas las tribus de Jacob, dales su heredad como al principio. Ten piedad, Señor, del pueblo llamado con tu nombre, de Israel, a quien igualaste con el primogénito. Ten compasión de tu santa ciudad, de Jerusalén, lugar de tu reposo. Llena a Sión de tu alabanza, y de tu gloria tu santuario. Da testimonio a tus primeras criaturas, mantén las profecías dichas en tu nombre. Da su recompensa a los que te aguardan, y que tus profetas queden acreditados. Escucha, Señor, la súplica de tus siervos, según la bendición de Aarón sobre tu pueblo. Y todos los de la tierra reconozcan que tú eres el Señor, el Dios eterno. Todo alimento traga el vientre, pero unos alimentos son mejores que otros. El paladar distingue por el gusto la carne de caza, así el corazón inteligente las palabras mentirosas. El corazón perverso da tristeza, pero el hombre de experiencia le da su merecido. A cualquier marido acepta la mujer, pero unas hijas son mejores que otras. La belleza de la mujer recrea la mirada, y el hombre la desea más que ninguna cosa. Si en su lengua hay ternura y mansedumbre, su marido ya no es como los demás hombres. El que adquiere una mujer, adquiere el comienzo de la fortuna, una ayuda semejante a él y columna de apoyo. Donde no hay valla, la propiedad es saqueada, donde no hay mujer, gime un hombre a la deriva. ¿Quién se fiará del ladrón ágil que salta de ciudad en ciudad? Así tampoco del hombre que no tiene nido y que se alberga donde la noche le sorprende. Todo amigo dice: «También yo soy tu amigo», pero hay amigo que lo es sólo de nombre. ¿No es para uno una mortal tristeza un compañero o amigo trocado en enemigo? ¡Oh intención perversa! ¿De dónde saliste para cubrir la tierra de engaño? El compañero disfruta en el contento del amigo, pero al tiempo de tribulación se volverá contra él. El compañero compadece al amigo por interés, y cuando llega el combate embraza el escudo. No te olvides de tu amigo en tu alma ni pierdas su recuerdo cuando seas rico. Todo consejero da consejos, pero hay quien aconseja en su interés. Del consejero guarda tu alma, conoce primero qué necesita, porque en su propio interés dará consejo, no sea que eche sobre ti la suerte, y te diga: «Bueno es tu camino», quedándose enfrente para ver qué te sucede. No te aconsejes del que te mira con desprecio, y de los que te envidian oculta tu consejo ni te aconsejes con mujer sobre su rival, con cobarde acerca la guerra, con negociante respecto del comercio, con comprador sobre la venta, con envidioso sobre la gratitud, con despiadado sobre la generosidad, con perezoso sobre cualquier trabajo, con temporero sobre el término de una obra, con siervo ocioso sobre un trabajo grande: no cuentes con éstos para ningún consejo. Sino recurre siempre a un hombre piadoso, de quien sabes bien que guarda los mandamientos, cuya alma es según tu alma, y que, si caes, sufrirá contigo. Y mantén firme el consejo de tu corazón, que nadie es para ti más fiel que él. Pues el alma del hombre puede a veces advertir más que siete vigías sentados en lo alto para vigilar. Y por encima de todo esto suplica al Altísimo, para que enderece tu camino en la verdad. Principio de toda obra es la palabra, y antes de toda acción está el consejo. Raíz de los pensamientos es el corazón, de él salen cuatro ramas: bien y mal, vida y muerte, mas la que siempre los domina es la lengua. Hay hombre diestro que adoctrina a muchos, y para sí mismo es un inútil. Hay quien se hace el sabio en palabras y es aborrecido, y que acabará sin tener qué comer. Pues no se le dio la gracia que viene del Señor, porque estaba vacío de toda sabiduría. Hay quien para sí mismo es sabio, y los frutos de su inteligencia son, según él, dignos de fe. El varón sabio enseña a su pueblo, y los frutos de su inteligencia son dignos de fe. El varón sabio es colmado de bendiciones, y le llaman feliz todos los que le ven. La vida del hombre tiene días contados, mas los días de Israel no tienen número. El sabio en su pueblo se gana la confianza, y su nombre vivirá por los siglos. Hijo, en tu vida prueba tu alma, ve lo que es malo para ella y no se los des. Pues no a todos les conviene todo, y no a todo el mundo le gusta lo mismo. No seas insaciable de todo placer, y no te abalances sobre la comida, porque en el exceso de alimento hay enfermedad, y la intemperancia acaba en cólicos. Por intemperancia han muerto muchos, pero el que se vigila prolongará su vida. Da al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor. Pues del Altísimo viene la curación, como una dádiva que del rey se recibe. La ciencia del médico realza su cabeza, y ante los grandes es admirado. El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña. ¿No fue el agua endulzada con un leño para que se conociera su virtud? Él mismo dio a los hombres la ciencia para que se gloriaran en sus maravillas. Con ellas cura él y quita el sufrimiento, con ellas el farmacéutico hace mixturas. Así nunca se acaban sus obras, y de él viene la paz sobre la haz de la tierra. Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que Él te curará. Aparta las faltas, endereza tus manos, y de todo pecado purifica el corazón. Ofrece incienso y memorial de flor de harina, haz pingües ofrendas según tus medios. Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él, que no se aparte de tu lado, pues de él has menester. Hay momentos en que en su mano está la solución, pues ellos también al Señor suplicarán que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la curación para salvar tu vida. El que peca delante de su Hacedor ¡Caiga en manos del médico! Hijo, por un muerto lágrimas derrama, como quien sufre cruelmente, entona la lamentación; según el ceremonial entierra su cadáver y no seas negligente con su sepultura. Llora amargamente, date fuertes golpes de pecho, haz el duelo según su dignidad, un día o dos, para evitar murmullos; después, consuélate de la tristeza. Porque de la tristeza sale la muerte, la tristeza del corazón enerva las fuerzas. En la adversidad permanece también la tristeza, una vida de miseria va contra el corazón. No des tu corazón a la tristeza, evítala acordándote del fin. No lo olvides: no hay retorno, a él no le aprovechará, y te harás daño a ti mismo. «Recuerda mi sentencia, que será también la tuya: a mí ayer, a ti te toca hoy.» Cuando un muerto reposa, deja en paz su memoria, consuélate de él, porque su espíritu ha partido. La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de sosiego, el que se libera de negocios se hará sabio. ¿Cómo va a hacerse sabio el que empuña el arado, y se gloría de tener por lanza el aguijón, el que conduce bueyes, los arrea en sus trabajos y no sabe hablar más que de novillos? Aplica su corazón a abrir surcos, y sus vigilias a cebar terneras. De igual modo todo obrero o artesano, que trabaja día y noche; los que graban las efigies de los sellos, y su afán se centra en variar los detalles; ponen todo su corazón en igualar el modelo y gastan sus vigilias en rematar la obra. También el herrero sentado junto al yunque, atento a los trabajos del hierro; el vaho del fuego sus carnes derrite, en el calor de la fragua se debate, el ruido del martillo le ensordece, y en el modelo del objeto tiene fijos sus ojos; pone su corazón en concluir sus obras, y sus vigilias en adornarlas al detalle. De igual modo el alfarero sentado a su tarea y dando a la rueda con sus pies, preocupado sin cesar por su trabajo, toda su actividad concentrada en el número; con su brazo moldea la arcilla, con sus pies vence su resistencia; pone su corazón en acabar el barnizado, y gasta sus vigilias en limpiar el horno. Todos éstos ponen su confianza en sus manos, y cada uno se muestra sabio en su tarea. Sin ellos no se construiría ciudad alguna ni se podría habitar ni circular por ella. Mas para el consejo del pueblo no se les busca ni se les distingue en la asamblea. No se sientan en sitial de juez ni meditan en la alianza del juicio. No demuestran instrucción ni juicio ni se les encuentra entre los que dicen máximas. Pero aseguran la creación eterna, el objeto de su oración son los trabajos de su oficio. No así el que aplica su alma a meditar la ley del Altísimo. La sabiduría de todos los antiguos rebusca, a los profecías consagra sus ocios, conserva los relatos de varones célebres, en los repliegues de las parábolas penetra, busca los secretos de los proverbios y en los enigmas de las parábolas insiste. En medio de los grandes ejerce su servicio, ante los jefes aparece; viaja por tierras extranjeras, adquiere experiencia de lo bueno y lo malo entre los hombres. Aplica su corazón a ir bien de mañana donde el Señor su Hacedor; suplica ante el Altísimo, abre su boca en oración y por sus pecados suplica. Si el gran Señor lo quiere, del espíritu de inteligencia será lleno. Él mismo derramará como lluvia las palabras de su sabiduría, y en la oración dará gracias al Señor. Enderezará su consejo y su ciencia, y en sus misterios ocultos hará meditación. Mostrará la instrucción recibida, y en la ley de la alianza del Señor se gloriará. Muchos elogiarán su inteligencia, jamás será olvidada. No desaparecerá su recuerdo, su nombre vivirá de generación en generación. Su sabiduría comentarán las naciones, su elogio, lo publicará la asamblea. Mientras viva, su nombre dejará atrás a mil, y cuando descanse, él le bastará. Aún voy a hablar después de meditar, que estoy colmado como la luna llena. Escuchadme, hijos piadosos, y creced como rosa que brota junto a corrientes de agua. Como incienso derramad buen olor, abríos en flor como el lirio, exhalad perfume, cantad un cantar, bendecid al Señor por todas sus obras. Engrandeced su nombre, dadle gracias por su alabanza, con los cantares de vuestros labios y con cítaras, decid así en acción de gracias: ¡Qué hermosas son todas las obras del Señor! Todas sus órdenes se ejecutan a su hora. No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿Para qué?, que todo se ha de buscar a su tiempo. A su orden el agua se detiene en una masa, a la palabra de su boca se forman los depósitos de las aguas. A una orden suya se hace todo lo que desea, y no hay quien pueda estorbar su salvación. Las obras de toda carne están delante de Él, y nada puede ocultarse a sus ojos. Su mirada abarca de eternidad a eternidad, y nada hay admirable para Él. No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto ¿Para qué?, pues todo ha sido creado con un fin. Su bendición se ha desbordado como un río, como un diluvio ha inundado la tierra. De igual modo las naciones recibirán en herencia su ira, como cuando él cambió las aguas en salinas. Sus caminos rectos son para los santos, así como para los sin ley son piedras de tropiezo. Los bienes están desde el principio creados para los buenos, así como los males para los pecadores. De primera necesidad para la vida del hombre es el agua, el fuego, el hierro y la sal, la flor de harina de trigo, la leche y la miel, el jugo de uva, el aceite y el vestido. Todo esto son bienes para los piadosos, mas para los pecadores se truecan en males. Hay vientos creados para el castigo, en su furor ha endurecido él sus látigos; al tiempo de la consumación su fuerza expanden, y desahogan el furor del que los hizo. Fuego y granizo, hambre y muerte, para el castigo ha sido creado todo esto. Y dientes de fieras, escorpiones, víboras y espada vengadora para la perdición del impío. Todos hallan contento en hacer su mandato, en la tierra están prontos para su menester, y llegada la ocasión no traspasarán su orden. Por eso desde el principio me reafirmé, medité y he puesto por escrito: «Las obras del Señor son todas buenas, a su tiempo provee Él a toda necesidad. No hay por qué decir: Esto es peor que aquello, porque todo a su tiempo es aprobado. Y ahora con todo el corazón y la boca cantad himnos y bendecid el nombre del Señor.» Grandes trabajos han sido creados para todo hombre, un yugo pesado hay sobre los hijos de Adán, desde el día que salieron del vientre de su madre, hasta el día del retorno a la madre de todo. Sus reflexiones, el miedo de su corazón es la idea del futuro, el día de la muerte. Desde el que está sentado en un trono glorioso, hasta el que en tierra y ceniza está humillado, desde el que lleva púrpura y corona, hasta el que se cubre de tela grosera, sólo furor, envidia, turbación, inquietud, miedo a la muerte, resentimiento y discordia. A la hora del descanso en la cama, el sueño de la noche altera el conocimiento. Poco, casi nada, reposa, y ya en sueños, como en día de guardia, se ve turbado por las visiones de su corazón, como el que ha huído ante el combate. A la hora de su turno se despierta, sorprendido de su vano temor. Para toda carne, del hombre hasta la bestia, mas para los pecadores siete veces más: Muerte, sangre, discordia, espada, adversidades, hambre, tribulación, azote. Contra los sin ley fue creado todo esto, y por su culpa se produjo el diluvio. Todo cuanto de tierra viene, a tierra vuelve, y cuanto de agua, en el mar desemboca. Todo don e injusticia serán aventados, más la fidelidad subsistirá por siempre. Las riquezas de los injustos se esfumarán como un torrente, como un gran trueno que en tormenta estalla. Cuando él abre las manos, se contenta, así los transgresores desaparecerán por completo. Los vástagos de los impíos no tienen muchas ramas, las raíces impuras sólo hallan piedra áspera. Caña que brota en toda agua o borde de río será arrancada antes que toda hierba. La caridad es como un paraíso de bendición, y la limosna permanece para siempre. La vida del que se basta a sí mismo y del obrero es dulce, pero más que ambos el que encuentra un tesoro. Los hijos y la fundación de una ciudad perpetúan el nombre, pero más que ambas cosas es estimada la mujer intachable. El vino y la música ponen contento el corazón, pero más que ambas cosas el amor a la sabiduría. La flauta y el salterio hacen el canto suave, pero más que ambas cosas la lengua dulce. Gracia y belleza el ojo anhela, pero más que ambas cosas el verdor del sembrado. Amigo y compañero se encuentran a su hora, pero más que ambos la mujer con el marido. Amigos y socorro para el tiempo de tribulación, pero más que ambos salva la limosna. Oro y plata hacen el paso firme, pero más que ambos se estima el consejo. La riqueza y la fuerza realzan el corazón, pero más que las dos, el temor del Señor. En el temor del Señor no existe mengua, con él no hay ya por qué buscar ayuda. El temor del Señor como un paraíso de bendición, protege Él más que toda gloria. Hijo, no lleves una vida de mendicidad, que más vale morir que mendigar. Hombre que mira a la mesa de otro no merece el nombre de vida su existencia. Con comida ajena mancha su boca, pero el hombre instruido y educado de ello se guardará. En la boca del descarado la mendicidad resulta dulce, pero en su vientre es un fuego que abrasa. ¡Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para el hombre que vive en paz entre sus bienes, para el varón desocupado a quien en todo le va bien, y todavía con fuerzas para servirse el alimento! ¡Oh muerte, buena es tu sentencia para el hombre necesitado y carente de fuerzas, para el viejo acabado, ahíto de cuidados, que se rebela y ha perdido la paciencia! No temas la sentencia de la muerte, recuerda tus comienzos y tu fin. Esta sentencia viene del Señor sobre toda carne, ¿Por qué desaprobar el agrado del Altísimo? Ya se viva diez, cien, mil años, no se reprocha en el seol la vida. Hijos abominables son los hijos de los pecadores que viven en vecindad de impíos. La herencia de los hijos de los pecadores va a la ruina, con su linaje se perpetúa el oprobio. Al padre impío le reprochan sus hijos, porque por causa de él viven en oprobio. ¡Ay de vosotros, impíos, que la ley del Altísimo habéis abandonado! Si nacéis, para la maldición nacéis, si morís, la maldición heredáis. Todo cuanto viene de tierra, a tierra volverá, así irán los impíos de la maldición a la ruina. El duelo de los hombres se dirige a sus cuerpos, pero el nombre de los pecadores, que no es bueno, se borrará. Preocúpate de tu nombre, que eso te queda, más que mil grandes tesoros de oro. La vida buena tiene un límite de días, pero el buen nombre permanece para siempre. Conservad la instrucción en paz, hijos. Sabiduría escondida y tesoro invisible, ¿Qué provecho hay en ambos? Más vale hombre que oculta su necedad, que hombre que oculta su sabiduría. Así pues, ruborizaos de lo que os voy a señalar, que no es bueno guardar toda vergüenza ni todo es apreciato fielmente por todos. Ante un padre y una madre avergonzaos de la fornicación, de la mentira, ante el jefe y el poderoso; del extravío, ante juez y el magistrado, de la iniquidad, ante la asamblea y el pueblo; de la injusticia, ante el compañero y el amigo, del robo, ante el lugar en que resides; y ante la verdad de Dios y la alianza: de clavar los codos en los panes, de despreciar la recepción y el don, de callarse ante los que saludan, de mirar a mujer prostituta, de volver la cara a tu pariente, de quitar la parte y el don de otro, de clavar los ojos en mujer casada, de intimidades con la criada ¡No te acerques a su lecho! De palabras injuriosas ante los amigos, después de dar no hagas reproches, de repetir la palabra oída, de revelar las palabras secretas. Serás entonces de verdad un hombre ruboroso, y ante todo el mundo hallarás gracia. Pero de lo que sigue no te avergüences, y no peques por tener acepción de personas: de la ley del Altísimo y de su alianza, del juicio que justifica a los impíos, de contar con compañero de viaje, de dar la herencia a compañeros, de la exactitud de balanzas y pesas, de obtener grandes y pequeñas ganancias, de provecho en la venta a comerciantes, de la copiosa instrucción de los hijos, de ensangrentar las costillas de un mal siervo. Con mujer mala es bueno usar el sello, y, donde hay muchas manos, echa la llave. Lo que entregues, hazlo con cuenta y medida, el haber y el deber, sea todo por escrito. No te avergüences de enseñar al tonto y al necio, y al viejo acabado juzgado como joven. Serás entonces de verdad educado, y estimado de todo viviente. Una hija es para el padre un secreto desvelo, aleja el sueño la inquietud por ella. En su juventud, miedo a que se le pase la edad, si está casada, a que sea aborrecida. Cuando virgen, no sea mancillada y en la casa paterna quede encinta. Cuando casada, a que sea infiel, cohabitando, a que sea estéril. Sobre la hija desenvuelta refuerza la vigilancia, no sea que te haga la irrisión de tus enemigos, comidilla en la ciudad, corrillos en el pueblo, y ante el vulgo espeso te avergüence. De ningún hombre te quedes mirando la belleza, y entre mujeres no te sientes. Porque de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia femenina. Vale más maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergüenza y oprobio. Voy a evocar las obras del Señor, lo que tengo visto contaré. Por las palabras del Señor fueron hechas sus obras, y la creación está sometida a su voluntad. El Sol mira a todo iluminándolo, de la gloria del Señor está llena su obra. No son capaces los Santos del Señor de contar todas sus maravillas, que firmemente estableció el Señor omnipotente, para que en su gloria el universo subsistiera. Él sondea el abismo y el corazón humano, y sus secretos cálculos penetra. Pues el Altísimo todo saber conoce, y fija sus ojos en las señales de los tiempos. Anuncia lo pasado y lo futuro, y descubre las huellas de las cosas secretas. No se le escapa ningún pensamiento ni una palabra se le oculta. Las grandezas de su sabiduría las puso en orden, porque Él es antes de la eternidad y por la eternidad; nada le ha sido añadido ni quitado, y de ningún consejero necesita. ¡Qué amables son todas sus obras!: como una centella hay que contemplarlas. Todo esto vive y permanece eternamente, para cualquier menester todo obedece. Todas las cosas de dos en dos, una frente a otra, y nada ha hecho deficiente. Cada cosa afirma la excelencia de la otra, ¿Quién se hartará de contemplar su gloria? Orgullo de las alturas, firmamento de pureza, tal la vista del cielo en su espectáculo de gloria. El Sol apareciendo proclama a su salida: «¡Qué admirable la obra del Altísimo!» En su mediodía reseca la tierra, ante su ardor, ¿Quién puede resistir? Se atiza el horno para obras de forja: tres veces más el Sol que abrasa las montañas; vapores ardientes despide, ciega los ojos con el brillo de sus rayos. Grande es el Señor que lo hizo, y a cuyo mandato emprende su rápida carrera. También la luna: sale siempre a su hora, para marcar los tiempos, señal eterna. De la luna procede la señal de las fiestas, astro que mengua, después del plenilunio. Lleva el mes su nombre; crece ella maravillosamente cuando cambia, enseña del ejército celeste que brilla en el firmamento del cielo. Hermosura del cielo es la gloria de las estrellas. Orden radiante en las alturas del Señor. Por las palabras del Señor están fijas según su orden, y no aflojan en su puesto de guardia. Mira el arco iris y a su Hacedor bendice, ¡Qué bonito en su esplendor! Rodea el cielo con aureola de gloria, lo han tendido las manos del Altísimo. Con su orden precipita la nieve, y fulmina los rayos según su decreto. Por eso se abren sus cilleros, y vuelvan las nubes como pájaros. Con su grandeza hace espesas las nubes, y se desmenuzan las piedras de granizo. A su vista se conmueven los montes. A su voluntad sopla el viento del sur. El bramido de su trueno insulta a la tierra, el huracán del norte y los ciclones. Como pájaros que se posan esparce la nieve, que baja como langosta que salta al suelo. Admira el ojo la belleza de su blancura, y al verla caer se pasma el corazón. Él derrama también sobre la tierra la escarcha como sal, que al helarse se queda como pinchos de espinas. El viento frío del norte sopla y se forma el hielo sobre el agua; sobre toda masa de agua se posa, y el agua se reviste como de coraza. Devora los montes, quema el desierto, y consume como fuego el verdor. Como remedio de todo llega presto la niebla, el rocío, después del viento ardiente, devuelve la alegría. Según su designio domeña el abismo, y planta islas en él. Los que surcan el mar hablan de sus peligros, y de lo que oyen nuestros oídos nos maravillamos. Allí están las cosas raras y maravillosas, variedad de animales, especies de monstruos marinos. Gracias a Dios tiene éxito su mensajero, y por su palabra todo está en su sitio. Muchos más podríamos decir y nunca acabaríamos; broche de mis palabras: «Él lo es todo.» ¿Dónde hallar fuerza para glorificarle? ¡Que Él es el Grande sobre todas sus obras! Temible es el Señor, inmensamente grande, maravilloso su poderío. Con vuestra alabanza ensalzad al Señor, cuanto podáis, que siempre estará más alto; y al ensalzarle redoblad vuestra fuerza, no os canséis, que nunca acabaréis. ¿Quién le ha visto para que pueda describirle? ¿Quién puede engrandecerle tal como es? Mayores que éstas quedan ocultas muchas cosas, que bien poco de sus obras hemos visto. Porque el Señor lo hizo todo, y dio a los piadosos la sabiduría. Hagamos ya el elogio de los hombres ilustres, de nuestros padres según su sucesión. Grandes glorias que creó el Señor, grandezas desde tiempos antiguos. Hubo soberanos en sus reinos, hombres renombrados por su poderío, consejeros por su inteligencia, vaticinadores de oráculos en sus profecías, guías del pueblo por sus consejos, por su inteligencia de la literatura popular, sabias palabras había en su instrucción, inventores de melodías musicales, compositores de escritos poéticos, hombres ricos bien provistos de fuerza, viviendo en paz en sus moradas. Todos estos fueron honrados en su generación, objeto de gloria fueron en sus días. Hubo entre ellos quienes dejaron nombre, para que se hablara de ellos con elogio. De otros no ha quedado recuerdo, desaparecieron como si no hubieran existido, pasaron cual si a ser no llegaran, así como sus hijos después de ellos. Mas de otro modo estos hombres de bien, cuyas acciones justas no han quedado en olvido. Con su linaje permanece una rica herencia, su posteridad. En las alianzas se mantuvo su linaje, y sus hijos gracias a ellos. Para siempre permanece su linaje, y su gloria no se borrará. Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre vive por generaciones. Su sabiduría comentarán los pueblos, su elogio lo publicará la asamblea. Henoc agradó al Señor, y fue arrebatado, ejemplo de penitencia para las generaciones. Perfectamente justo Noé fue hallado, en el tiempo de la ira se hizo reconciliación. Gracias a él tuvo un resto la tierra, cuando llegó el diluvio. Alianzas eternas fueron con él pactadas, para que no fuera ya aniquilada por el diluvio toda carne. Abraham, padre insigne de una multitud de naciones, no se halló quien le igualara en gloria. Él guardó la ley del Altísimo, y con él entró en alianza. En su carne grabó la alianza, y en la prueba fue hallado fiel. Por eso Dios le prometió con juramento bendecir por su linaje a las naciones, multiplicarle como el polvo de la tierra, encumbrar como las estrellas su linaje, y darles una herencia de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra. A Isaac le aseguró lo mismo, en gracia a su padre Abraham. La bendición de todos los hombres y la alianza las hizo reposar en la cabeza de Jacob. Le confirmó en sus bendiciones, y le otorgó su herencia. Él dividió sus partes y las repartió entre las doce tribus. Hizo salir de él un hombre de bien, que hallaba gracia a los ojos de todos, amado por Dios y por los hombres, Moisés, cuya memoria está envuelta en bendiciones. Le hizo en gloria comparable a los santos, le engrandeció para temor de los enemigos. Por su palabra puso fin a los prodigios, y le glorificó delante de los reyes; le dio para su pueblo mandamientos, y le mostró algo de su gloria. En fidelidad y mansedumbre le santificó, le eligió entre toda carne. Le hizo oír su voz, y le introdujo en la calígine; cara a cara le dio los mandamientos, la ley de vida y de saber, para enseñar a Jacob su alianza, y sus decretos a Israel. Exaltó a Aarón, un santo semejante a éste, su hermano, de la tribu de Leví. Le afirmó como alianza eterna, y le dio el sacerdocio del pueblo. Le hizo feliz con su espléndido ornamento, le ciñó de gloriosa vestidura. Le vistió de honor perfecto, y le confirmó con insignias de poder, calzones, túnica y efod. Le puso alrededor granadas, y campanillas de oro, bien de ellas todo en torno, para que tintinearan al andar y resonaran bien por todo el Templo, como memorial para los hijos de su pueblo; y vestimenta sacra, de oro y de jacinto y de púrpura, obra de bordador, y pectoral del juicio, el Urim y el Tummim, hilado de escarlata, obra de artista; piedras preciosas, grabadas como sellos, en engaste de oro, obra de joyero, para memorial por la escritura grabada, según el número de las tribus de Israel; corona de oro por encima de la tiara, inscripción del sello de consagración, prestigio de honor, obra magnífica, delicia de los ojos este adorno. Galanuras no hubo tales antes de él, y jamás se las vistió extranjero, sino sólo sus hijos, sus vástagos por siempre. Sus sacrificios se consumían totalmente dos veces al día sin interrupción. Llenó Moisés sus manos, le ungió con óleo santo. Fue ello para él alianza eterna, y para su linaje cuanto dure el cielo, para presidir el culto, ejercer el sacerdocio y bendecir a su pueblo en nombre del Señor. Le eligió entre todos los vivientes para presentar la ofrenda al Señor, el incienso y el aroma en memorial, y hacer expiación por el pueblo. Le dio, por sus mandamientos, potestad sobre las prescripciones legales, para enseñar a Jacob sus dictámenes e ilustrar a Israel en su ley. Se confabularon contra él extranjeros y en el desierto tuvieron celos de él, los hombres de Datán y de Abirón, la banda de Coré, llena de ira y de furor. Lo vió el Señor y se irritó, y acabó con ellos en el ardor de su ira. Hizo prodigios contra ellos, devorándolos por el fuego de su llama. Aumentó la gloria de Aarón y le dio una heredad, le otorgó las primicias, sobre todo el pan a saciedad. Por eso comen ellos los sacrificios del Señor, que Él le concedió a él y a su linaje. Aunque en la tierra del pueblo no tiene heredad ni hay en el pueblo parte para él: que «Yo soy tu parte y tu heredad». Pinjás, hijo de Eleazar, tercero en gloria, porque fue celoso del temor del Señor, y se mantuvo firme en la revuelta del pueblo por la energía de su alma resuelta, y obtuvo así el perdón para Israel. Por eso se hizo con él una alianza de paz, de presidir el santuario y a su pueblo, para que le tocara a él y a su linaje la dignidad del sumo sacerdocio por los siglos. Hubo también alianza con David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá, herencia real de hijo a hijo sólo, mientras la herencia de Aarón pasa a todo su linaje. Dé Dios sabiduría a vuestro corazón para juzgar a su pueblo con justicia, y que no se desvirtúen los valores de los padres ni su gloria en sus generaciones. Esforzado en la guerra fue Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés como profeta; él fue, de acuerdo con su nombre, grande para salvar a los elegidos del Señor, para tomar venganza de los enemigos que surgían e introducir a Israel en su heredad.¡Qué gloria ganó cuando alzaba la mano y blandía la espada contra las ciudades! ¿Quién antes de él tan firme fue? ¡Que las batallas del Señor él las hacía! ¿No se detuvo el Sol ante su mano y un día llegó a ser como dos? él invocó al Altísimo Soberano, cuando los enemigos por todas partes le estrechaban, y le atendió el Gran Señor lanzando piedras de granizo de terrible violencia. Cayó de golpe sobre la nación hostil, y en la bajada aniquiló a los adversarios, para que conocieran las naciones la fuerza de sus armas, porque era frente al Señor la guerra de ellas. Pues caminó en seguimiento del Todopoderoso, hizo el bien en los días de Moisés, él y también Caleb, hijo de Yefunné, resistiendo ante la asamblea, cerrando al pueblo el paso del pecado, reduciendo a silencio la murmuración de la maldad. Y ellos dos solos se salvaron entre seiscientos mil hombres de a pie, para ser introducidos en la herencia, en la tierra que mana leche y miel. Y el Señor dio a Caleb la fuerza que le duró hasta su vejez, le hizo subir a lo alto de la tierra, que como herencia conservó su linaje, para que sepan todos los hijos de Israel que es bueno caminar en seguimiento del Señor. También los jueces, cada cual según su nombre, ellos cuyo corazón no se prostituyó, y que del Señor no se apartaron: ¡Sea su recuerdo lleno de bendición, reflorezcan sus huesos en la tumba, y sus nombres se renueven en los hijos de estos hombres ilustres! Amado fue de su Señor Samuel, profeta del Señor fundó la realeza, y ungió a los príncipes puestos sobre su pueblo. Según la ley del Señor juzgó a la asamblea, y el Señor puso sus ojos en Jacob. Por su fidelidad se acreditó como profeta, por sus oráculos fue reconocido fiel vidente. Invocó al Señor Todopoderoso cuando los enemigos por todas partes le estrechaban, ofreciendo un cordero lechal. Y tronó el Señor desde los cielos, con gran ruido hizo resonar su voz; aplastó a los jefes adversarios y a todos los príncipes de los filisteos. Antes de la hora de su sueño eterno, dio testimonio ante el Señor y su ungido: «Bienes ni siquiera sandalias, a nadie le he tomado», y nadie reclamó nada de él. Y después de dormido todavía profetizó y anunció al rey su fin; del seno de la tierra alzó su voz en profecía para borrar la iniquidad del pueblo. Después de él surgió Natán para profetizar en los días de David. Como grasa puesta aparte en el sacrificio de comunión, así David de entre los hijos de Israel. Con leones jugó cual con cabritos, con osos como con corderos. ¿No mató de joven al gigante, y quitó el oprobio del pueblo, blandiendo en la mano la piedra de la honda y abatiendo la arrogancia de Goliat? Pues invocó al Señor Altísimo, que a su diestra dio vigor, para aniquilar a un potente guerrero, y realzar el cuerno de su pueblo. Por eso le dieron gloria por diez mil, y le alabaron con las bendiciones del Señor, ofreciéndole la diadema de gloria. Pues él aplastó a los enemigos del contorno, aniquiló a los filisteos, sus adversarios, para siempre quebrantó su cuerno. En todas sus obras elevó acción de gracias al Santo Altísimo en oráculo de gloria. Con todo su corazón entonó himnos, mostrando su amor a su Hacedor. Ante el altar instituyó salmistas y con sus voces dio dulzura a los cantos. Dio a las fiestas esplendor, vistosidad acabada a las solemnidades, cuando ellos alaban el santo nombre del Señor, cuando resuena desde la aurora el santuario. El Señor le perdonó sus pecados y exaltó su cuerno para siempre: le otorgó la alianza real, un trono de gloria en Israel. Después de él surgió un hijo sabio, que gracias a él vivió en holgura. Reinó Salomón en días de paz, Dios le concedió reposo por doquier, para que levantara una Casa a su nombre y preparara un santuario eterno. ¡Qué sabio eras en tu juventud, lleno de inteligencia como un río! Cubrió tu alma la tierra, la llenaste de proverbios enigmáticos. Tu nombre llegó hasta las islas lejanas, y fuiste amado en medio de tu paz. Por tus cantos, tus sentencias, tus proverbios y tus interpretaciones te admiraron los países. En nombre del Señor Dios, el llamado Dios de Israel, amontonaste oro como estaño, como plomo multiplicaste plata. Mas reclinaste tu costado en mujeres, y te dejaste dominar en tu cuerpo. Pusiste así tacha a tu gloria, y profanaste tu linaje, acarreando la ira sobre tus hijos y llenándoles de aflicción por tu locura, hasta quedar partida en dos la dinastía y surgir de Efraím un reino apóstata. Pero el Señor no renuncia jamás a su misericordia, no deja que se pierdan sus palabras ni que se borre la descendencia de su elegido, el linaje de quien le amó no extirpa. Por eso dio a Jacob un resto, y un brote a David salido de él. Descansó Salomón con sus padres, y después de él dejó a uno de su linaje, lo más loco del pueblo, falto de inteligencia, Roboam, que apartó de su cordura al pueblo. Y Jeroboam, hijo de Nabat, fue el que hizo pecar a Israel, y señaló a Efraím el camino del pecado. Desde entonces se multiplicaron sus pecados tanto que expulsaron al pueblo de su tierra. Toda clase de maldades frecuentaron, hasta que vino sobre ellos el castigo. Después surgió el profeta Elías como fuego, su palabra abrasaba como antorcha. Él atrajo sobre ellos el hambre, y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor cerró los cielos, e hizo también caer fuego tres veces. ¡Qué glorioso fuiste, Elías, en tus portentos! ¿Quién puede jactarse de ser igual que tú? Tú que despertaste a un cadáver de la muerte y del seol, por la palabra del Altísimo; que hiciste caer a reyes en la ruina, y a hombres insignes fuera de su lecho; oíste en el Sinaí la reprensión, y en el Horeb los decretos de castigo; ungiste reyes para tomar venganza, y profetas para ser tus sucesores; en torbellino de fuego fuiste arrebatado en carro de caballos ígneos; fuiste designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes que estallara, para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y restablecer las tribus de Jacob. Felices aquellos que te vieron y que se durmieron en el amor, que nosotros también viviremos sin duda. Cuando Elías en el torbellino quedó envuelto, Eliseo se llenó de su espíritu. En sus días no fue zarandeado por príncipe, y no pudo dominarle nadie. Nada era imposible para él, hasta en el sueño de la muerte profetizó su cuerpo. Durante su vida hizo prodigios, y después de su muerte fueron admirables sus obras. Con todo esto, el pueblo no se arrepintió ni de sus pecados se apartaron, hasta que fueron deportados de la tierra y esparcidos por el mundo entero. Sólo quedó un pueblo reducido, con un príncipe de la casa de David. Algunos de ellos hicieron lo agradable a Dios, pero otros multiplicaron los pecados. Fortificó Ezequías su ciudad y metió el agua dentro de ella; con el hierro horadó la roca y construyó cisternas para el agua. En sus días, subió Senaquerib, que envió por delante a Rabsaqués; éste partió, levantó contra Sión la mano, y se engrió en su altanería. Temblaron entonces corazones y manos, y sufrieron dolores cual mujeres en parto. Invocaron al Señor misericordioso, tendiendo sus manos hacia él. Y el Santo, desde el cielo, les escuchó al instante, y los rescató por mano de Isaías. Hirió el real de los asirios, y su Ángel los exterminó. Porque hizo Ezequías lo que agrada al Señor, y se mantuvo firme en los caminos de David su padre, como le ordenó el profeta Isaías, el grande y digno de fe en sus visiones. En sus días el Sol retrocedió, y él prolongó la vida del rey. Con el poder del espíritu vio el fin de los tiempos, y consoló a los afligidos de Sión. Hasta la eternidad reveló el porvenir y las cosas ocultas antes que sucedieran. La memoria de Josías es mixtura de incienso preparado por arte de perfumista. En toda boca es dulce como miel, como música en medio de un banquete. Él llevó a buen fin la conversión del pueblo, y extirpó la abominación de la iniquidad. Enderezó su corazón hacia el Señor, en los días de los impíos reafirmó la piedad. Fuera de David, Ezequías y Josías, todos abundaron en sus culpas. Porque abandonaron la ley del Altísimo, los reyes de Judá fueron abandonados. Pues entregaron a otros su cuerno, y su gloria a una nación extraña. Prendieron fuego a la elegida ciudad del santuario, dejaron desiertas sus calles, según la palabra de Jeremías, a quien habían maltratado, a él, consagrado profeta desde el vientre de su madre, para extirpar, destruir y perder y también para construir y plantar. Ezequiel tuvo la visión de la gloria que Dios le manifestó en el carro de Querubines, porque se acordó de los enemigos en la tempestad, y favoreció a los que seguían el camino derecho. Cuanto a los doce profetas, que sus huesos reflorezcan en su tumba. Porque ellos consolaron a Jacob, y lo rescataron por la fidelidad y la esperanza. ¿Cómo celebraremos a Zorobabel? ¡Fue él como sello en la mano derecha, así como Josué hijo de Josedec! Ellos en sus días construyeron la Casa y levantaron el Templo consagrado al Señor, destinado a una gloria eterna. También de Nehemías es grande la memoria, él, que nos levantó las murallas en ruinas, puso puertas y cerrojos y reconstruyó nuestras moradas. Nadie fue creado en la tierra igual a Henoc, pues él fue arrebatado de la tierra. Ni como José nació hombre alguno, el guía de sus hermanos, apoyo de su pueblo; sus huesos fueron visitados. Sem y Set fueron gloriosos entre los hombres, mas por encima de toda criatura viviente está Adán. Simón, hijo de Onías, fue el sumo sacerdote que en su vida reparó la Casa, y en sus días fortificó el santuario. Él echó los cimientos de la altura doble, del alto contrafuerte de la cerca del Templo. En sus días fue excavado el depósito de agua, un estanque como el mar de ancho. Él cuidó de su pueblo para evitar su ruina y fortificó la ciudad contra el asedio. ¡Que glorioso era, rodeado de su pueblo, cuando salía de la casa del velo! Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, como el Sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como flor del rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como brote del Líbano en verano, como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo adornado de toda clase de piedras preciosas, como olivo floreciente de frutos, como ciprés que se eleva hasta las nubes. Cuando se ponía la vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al subir al santo altar, llenaba de gloria el recinto del santuario. Y cuando recibía las porciones de manos de los sacerdotes, él mismo de pie junto al hogar del altar, y en torno a él la corona de sus hermanos, como brotes de cedros en el Líbano; le rodeaban como tallos de palmera todos los hijos de Aarón en su esplendor, con la ofrenda del Señor en sus manos, en presencia de toda la asamblea de Israel. Y cuando cumplía el ministerio de los altares ordenando la ofrenda del Altísimo Todopoderoso, alargaba su mano a la copa, hacía la libación del jugo de racimo, y lo derramaba al pie del altar, como calmante aroma al Altísimo Rey universal. Entonces prorrumpían en gritos los hijos de Aarón, tocaban con sus trompetas de metal batido, hacían oír su sonido imponente, como memorial delante del Altísimo. Todo el pueblo entonces de repente, en masa, caía rostro en tierra, para adorar a su Señor, al Todopoderoso, Dios Altísimo. Y los salmistas también le alababan con sus voces, el son vibrante formaba una dulce melodía. Y suplicaba el pueblo al Señor Altísimo, orando ante el Misericordioso, hasta que terminaba la ceremonia del Señor y concluía su liturgia. Entonces bajaba y elevaba sus manos sobre toda la asamblea de los hijos de Israel, para dar con sus labios la bendición del Señor y tener el honor de pronunciar su nombre. Y por segunda vez todos se postraban para recibir la bendición del Altísimo. Y ahora bendecid al Dios del universo, el que por todas partes hace grandes cosas, el que exaltó nuestros días desde el seno materno, y que nos trata según su misericordia. Que nos dé contento de corazón, y que haya paz en nuestros días en Israel por los siglos de los siglos. Que su misericordia sea fiel con nosotros y en nuestros días nos rescate. Hay dos naciones que mi alma detesta, y la tercera ni siquiera es nación: los habitantes de la montaña de Seír, los filisteos y el pueblo necio que mora en Siquem. Instrucción de inteligencia y ciencia ha grabado en este libro Jesús, hijo de Sirá, Eleazar, de Jerusalén, que vertió de su corazón sabiduría a raudales. Feliz quien repase esto a menudo; el que lo ponga en su corazón se hará sabio. Y si lo practica, para todo será fuerte, porque la huella que sigue es la luz del Señor. Quiero darte gracias, Señor, Rey, y alabarte, oh Dios mi salvador, a tu nombre doy gracias. Pues protector y auxilio has sido para mí, y has rescatado mi cuerpo de la perdición, del lazo de la lengua insidiosa, de los labios que urden mentira; frente a mis adversarios has sido auxilio y me has rescatado, según la abundancia de tu misericordia y la gloria de tu nombre, de las dentelladas de los dispuestos a devorarme, de la mano de los que buscan mi alma, de las muchas tribulaciones que he sufrido, del ahogo del fuego que me envolvía, de entre el fuego que yo no había encendido, de la hondura de las entrañas del seol, de la lengua impura, de la palabra mentirosa, calumnia de lengua injusta ante el rey. Cerca de la muerte estaba mi alma, mi vida estaba junto al seol, abajo. Por todas partes me asediaban y no había quien auxiliara, volví los ojos a un apoyo humano y no había ninguno. Entonces me acordé de tu misericordia, Señor, y de tu actuación desde la eternidad, que tú levantas a los que en ti esperan, y los salvas de la mano de enemigos. Y elevé de la tierra mi plegaria, supliqué ser librado de la muerte. Clamé al Señor, padre de mi Señor: «No me abandones en días de tribulación, en la hora de los orgullosos, cuando no hay socorro. Alabaré tu nombre sin cesar, te cantaré en acción de gracias.» Y mi oración fue escuchada, pues tú me salvaste de la perdición, y me libraste del momento malo. Por eso te daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor. Siendo joven aún, antes de ir por el mundo, me di a buscar abiertamente la sabiduría en mi oración, a la puerta delante del templo la pedí, y hasta mi último día la andaré buscando. En su flor, como en racimo que madura, se recreó mi corazón. Mi pie avanzó en derechura, desde mi juventud he seguido sus huellas. Incliné un poco mi oído y la recibí, y me encontré una gran enseñanza. Gracias a ella he hecho progresos, a quien me dio sabiduría daré gloria. Pues decidí ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no quedaré confundido. Mi alma ha luchado por ella, a la práctica de la ley he estado atento, he tendido mis manos a la altura y he llorado mi ignorancia de ella. Hacia ella endurecé mi alma, y en la pureza la he encontrado. Logré con ella un corazón desde el principio, por eso no quedaré abandonado. Mis entrañas se conmovieron por buscarla, por eso he logrado una buena adquisición. Me dio el Señor una lengua en recompensa, y con ella le alabaré. Acercaos a mí, ignorantes, instalaos en la casa de instrucción. ¿Por qué habéis de decir que estáis privados de ella, cuando vuestras almas tienen tanta sed? He abierto mi boca y he hablado: Adquiridla sin dinero; someted al yugo vuestro cuello, que vuestra alma reciba la instrucción: está ahí a vuestro alcance. Ved con vuestros ojos lo poco que he penado y el mucho descanso que he encontrado para mí. Participad de la instrucción con una gran suma de dinero, que mucho oro adquiriréis con ella. Que vuestra alma se recree en la misericordia del Señor, no os avergoncéis de su alabanza. Ejecutad vuestra obra antes del momento fijado, y Él os dará a su tiempo vuestra recompensa. Firma: Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá.